Encuentro entre el Papa Juan Pablo II y Oscar Arnulfo Romero en Plaza de San Pedro.
En algún
momento de 1979 Oscar Arnulfo Romero, arzobispo de El Salvador, creyó
que su oportunidad de cambiar las cosas y detener los sangrientos
sucesos que se venían dando en su país podrían llegar a encontrar
un muy importante interlocutor. Su viaje a Roma durante la primavera
europea lo hacía ilusionar y mientras se acercaba a destino
imaginaba que la dictadura salvadoreña encontraría rápidamente su
final ante tanta insistencia y tanta prédica de su parte. Tal vez
estando allí, en Roma, frente a frente con el Papa sus intentos de
hacer ver las atrocidades de la dictadura de su país cobraran fuerza
y lograra su cometido.
Había
solicitado decenas de entrevistas con el Papa Juan Pablo II. Había
rogado por ser atendido y siempre encontraba una respuesta negativa,
por varios diferentes motivos. Su Santidad no tenía el tiempo
suficiente como para atender en audiencia privada a ese salvadoreño
revolucionario y justiciero venido desde los mismísimos confines del
mundo.
Pero
Oscar Arnulfo Romero no era precisamente sencillo de doblegar y así
las cosas optó por esperar al Papa Juan Pablo II en las afueras del
Vaticano, precisamente en la Plaza de San Pedro, mezclado entre los
fieles, entre la gente común... como lo hacía todos y cada uno de
los días de su vida. Finalmente el “encuentro” se produjo en la
explanada de la plaza romana.
Romero
le quitó unos segundos al Papa para pedirle no sólo su bendición
sino también para entregarle unos larguísimos informes sobre el
accionar de la dictadura salvadoreña y las masacres que se llevaban
a cabo diariamente. Las atrocidades del general Carlos Humberto
Romero Mena al frente del gobierno de facto en El Salvador contaban,
claro está, con el apoyo inconmensurable de los Estados Unidos y
otras potencias (incluído el Vaticano) en su “incansable” lucha
contra la izquierda y el comunismo en toda América Latina. El Plan
Cóndor extendía sus alas de “extraña y tan particular libertad”
para silenciar en definitiva a gente como Oscar Arnulfo Romero...
Durante
su fugaz encuentro con el Papa en la Plaza de San Pedro, Romero
recibió una santísima bofetada de parte de Juan Pablo II.
-“No
me traiga esos larguísimos informes. No tengo tiempo para leer tanta
cosa...”- disparó impunemente el Papa.
En los
pocos, escasos minutos con los que contaba Romero frente al Papa
debió ser muy preciso y concreto...
-”Miles
de salvadoreños son torturados y asesinados por el poder militar”
-le comentó a las apuradas Romero a Juan Pablo II.
Lejos de
obtener una respuesta favorable, lejos de sentir el apoyo
incondicional de parte de la máxima autoridad de la Iglesia, Romero
recibió una puñalada papal (in)“tranquilizadora”.
-”No
exagere señor Arzobispo. ¡Ustedes deben entenderse con el gobierno!
Un buen cristiano no le crea problemas a la autoridad...La Iglesia
quiere paz y armonía” -fueron las lapidarias palabras del Papa al
tiempo que le estrechaba la mano sin dibujar en su rostro aquella
sonrisa tan carismática y paternal habitual en él...
Asesinato de Oscar Arnulfo Romero.
El Papa
Juan Pablo II siguió con su recorrida por la plaza de San Pedro y
luego sus viajes lo llevaron a tantísimas partes del mundo
divulgando su “mensaje fraterno y lleno de amor”, pero Romero
regresó humildemente a la ciudad de San Salvador para seguir con sus
“molestas homilías” contra la dictadura militar de su país.
Diez meses después de su “políticamente incorrecto” encuentro
con el Papa, la historia de este sacerdote de los pobres y los
indefensos cambiaría radicalmente.
El 23 de
marzo de 1980, en una de sus memorables homilías solidarias con las
víctimas de la represión, lanzaba un contundente mensaje a quien
quiera escucharlo. Decía Romero:
“ Yo
quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del
ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la
policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo.
Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que
dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No
matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden
contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya
es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su
conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los
derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la
persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos
que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van
teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este
sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más
tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios:
Cese la represión”.
Asesinato de Oscar Arnulfo Romero.
Al día
siguiente, mientras Romero daba misa en la capilla del Hospital de la
Divina Providencia en la Colonia Miramonte de San Salvador, un
francotirador efectuaba un certero disparo al corazón del religioso,
apagando su vida y silenciando las voces de miles y miles de
indefensos ciudadanos salvadoreños que veían en Oscar Arnulfo
Romero a una verdadera oposición pacífica a la violencia irracional
del gobierno militar.
El 12 de
mayo de 1994 la Arquidiócesis de San Salvador envió al Vaticano la
solicitud para comenzar con el proceso de canonización (hacerlo
Santo) y el proceso en la Santa Sede se extendió hasta 1995 cuando
el expediente fue remitido a la Congregación para la Causa de los
Santos. Tras un “largo análisis” en el año 2000 la causa se
derivó a la Congregación para la Doctrina de la Fe (léase: la
Inquisición actual) por entonces encabezada por el cardenal alemán
Joseph Ratzinger (a partir de 2005, el Papa Benedicto XVI).
Ratzinger, un teólogo muy avesado y competente, estudió los
discursos y las homilías de Romero tras lo cual en 2005, monseñor
Vicenzo Paglia (postulador de la causa de canonización) leyó
públicamente el “concienzudo” análisis llevado a cabo en el
Vaticano tras tantos años... “Romero no era un obispo
revolucionario, sino un hombre de la Iglesia, del Evangelio y de los
pobres”... (nada más que agregar: de 1994 a 2005 para ésto).El
proceso de canonización aún sigue adelante sin grandes novedades ni
justicia a la vista.
El Papa
Juan Pablo II falleció el 2 de abril de 2005 y casi sin respiro el
proceso para su beatificación comenzó el 13 de mayo del mismo año.
Joseph Ratzinger, ya como Papa Benedicto XVI, concedió autorización
para “pasar por alto” los cincos años de espera necesarios para
comenzar con el proceso de beatificación y el 2 de abril de 2007 (a
dos años exactos de su muerte) Juan Pablo II fue finalmente
beatificado. En la actualidad el proceso de canonización está en su
etapa final, siendo inminente su elevación a los altares...
A buen
entendedor, pocas palabras.