Foto superior: la 3ª divisón de Infantería norteamericana celebra la destrucción del Berghof.
Foto inferior: Hitler y amigos en la misma terraza y con las mismas montañas de fondo.
Los rusos "compraron" la idea que les tiraron sobre la mesa los norteamericanos: ir a Berlín, capturar a Hitler y salir en la foto como los salvadores del mundo contra la tiranía (como si Stalin no fuera un dictador). Pero la "providencia" quiso que los rusos nunca encontraran a Hitler en Berlín, mientras que los aliados (con los norteamericanos a la cabeza) se divertían en el Berghof bombardeando y derrumbando todo lo que encontraban a su paso, previo saqueo del lugar.
Si los norteamericanos creyeron realmente que Hitler iba a cometer la torpeza de "esconderse" allí, habrían pecado de inocencia galopante, pero... en realidad no sólo no lo creían, sino que además sabían perfectamente que Hitler no estaba en el lugar.
El "Nido del Aguila" antes y después de su destrucción.
Mientras el mundo respiraba con alivio por el suicidio y la posterior captura del cadáver de Hitler en Berlín, los aliados y los cerebros de la organización Odessa ya se frotaban las manos a sabiendas de la protección de la que gozaba el líder del Tercer Reich, destinado a durar mil años. Los lingotes de oro del tesoro de Hungría que Hitler había enviado a la estación de trenes de Linz (en dos vagones completos) ya estaban en camino a las arcas norteamericanas, al tiempo que los aliados con la 3ª División de Infantería norteamericana distraían al mundo entero el 22 de Junio de 1945 destruyendo la residencia montañesa de Hitler. Mientras tanto, los rusos se seguían preguntando: "pero...¿Nos han tomado por idiotas?". Todo parece indicar que sí...
La misma habitación del Berghof en su máximo esplendor y tras los bombardeos aliados.
¿Había que dejar escapar a Hitler?... ups... sí.