2009: John Kerry y Bashar Al Assad cenando plácidamente con sus respectivas esposas en Siria.
Mientras el mundo mira hacia Oriente Medio y sigue (casi como si se tratara de un tétrico juego de estrategias) el derrotero impreciso de la coalición integrada por los colonialistas Estados Unidos y sus cómplices en pos de conseguir sus objetivos geopolíticos en lo inmediato, mientras las acusaciones de uso de armas químicas de parte del "régimen" sirio contra civiles indefensos e inocentes de toda inocencia y los abusos de un lado y de otro siguen adelante, la gente común (la que en definitiva está al margen de todo tipo de negocios oscuros que son en el ABC de todas las guerras) sigue sin poder ver ciertas cosas.
Los enemigos de las teorías conspirativas se empeñan en seguir haciendo creer que eso de "haz lo que yo digo pero no digas lo que yo hago" no cuenta para los conspícuos e inmorales integrantes de la elite mundial que se dedica a manejar los destinos del mundo desde el gobierno invisible.
Así como en otras épocas los "enemigos" en los campos de batalla eran buenos socios tras bambalinas, en la actualidad esa "escuela" ha prendido sobremanera. Allá lejos y hace tiempo cuando gobernantes, políticos y empresarios "democráticos y occidentales" pactaban y hacían grandes negocios, entre otros, con Adolf Hitler, mientras en público se llenaban la boca hablando sobre los crímenes y las atrocidades cometidas por el tirano dictador alemán, en la actualidad las cosas no han cambiado demasiado.
Varían los escenarios, la coyuntura, los protagonistas, pero el sistema es exactamente el mismo. Decir una cosa y hacer puntualmente lo contrario. Desde hace muchos años asistimos a una nueva "Guerra Santa". Occidente contra Oriente. El bien contra el mal. La civilización contra la barbarie. La democracia contra las tiranías. Todo con una adornada carcaza de deseos libertarios y bienestar, pero con un único objetivo en común: los negocios. Eso es la guerra.
Los sucesivos gobiernos de Estados Unidos se han empeñado sistemáticamente desde hace largo rato en adoctrinar a propios y a extraños, a ponderar las virtudes de la cultura norteamericana y tratar sea como sea de imponer no sólo su estilo de vida sino también lograr el objetivo de llegar hasta los más "oscuros rincones del planeta" (así se refiere la política central norteamericana a los países que no comulgan con sus deseos expansionistas), pisar fuerte, generar conflictos internos, llamar la atención internacional, generar dudas sobre el "régimen" imperante, colmar los medios "informativos" con horas y horas de acusaciones sobre vejaciones, violaciones de los derechos humanos, uso de armas de destrucción masiva, armamentos químicos prohibidos y tantas otras cosas más. Así minan un terreno en el que luego hacen de las suyas. Y la gente les cree, por supuesto.
El caso de Siria, tan en boca de todos en los tiempos que corren, no es la excepción. Tras décadas de poder concentrado en la familia Al Assad, los sirios siguen siendo hoy en día un hueso duro de roer para los norteamericanos y sus (también) "regímenes" aliados.
Tras la mentira flagrante de los Aliados occidentales sobre las poderosas e inexistentes armas de destrucción masiva en Iraq, todo lo cual derivó en la invasión del país mesopotámico, el derrocamiento de Saddam Hussein y su posterior salvaje ejecución en la horca, luego llegaron otras acusaciones "comprobadas" por los norteamericanos que derivaron pura y exclusivamente en desastres y guerras civiles sangrientas. Libia, Afganistán, Egipto. Irán en la mira, aunque con ciertas reservas y ahora Siria.
Lo de Siria interesa a los intereses norteamericanos, pero hay que "hacerlo volver a los carriles normales" a Bashar Al Assad.
Tras la muerte de sus padre y ante el fallecimiento inesperado de su hermano, heredero "natural" de la "dinastía" Al Assad, fue Bashar Al Assad quien asumió la presidencia de Siria como cabeza del partido Partido Baath Árabe Socialista. Instruído y formado en el Reino Unido, Bashar Al Assad supuso inicialmente un giro "democrático" en Siria cosa que luego no se dio en la medida que esperaban las potencias occidentales. Finalmente, lo sabido. Un Al Assad que no concedió ninguna aceptación y apertura para la oposición y, lo fundamental, un proceso que lejos de pactar con Occidente y serle util a sus intereses económicos y geopolíticos, se hizo más fuerte, más cerrado y en consecuencia no se las "hizo fácil", sobre todo a los norteamericanos. Y la "paciencia" tiene un límite. Si Al Assad no permite a Occidente quedarse con los recursos naturales de Siria (ese el el tema en cuestión), entonces habrá que actuar en consecuencia: léase, invasión. Siria tiene petróleo y gas, entre otras cosas, por lo cual resulta súmamente interesante para los objetivos geopolíticos y comerciales norteamericanos. Como cubierta de la operación están las excusas de las armas químicas y la barbarie musulmana. Cartón pintado, van por los recursos.
Tal vez sea eso mismo lo que estaban discutiendo el (por entonces) senador demócrata, hoy devenido Secretario de Estado norteamericano, John Kerry y el ya casi eterno presidente sirio Bashar Al Assad en un lujoso restaurant de Siria junto a sus esposas en 2009...
Tal vez estuvieron discutiendo todo eso...
Marcelo García
Historias Lado B