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martes, 5 de marzo de 2024

Horst, hijo de Adolf Eichmann: líder de neonazis en Argentina

Una extraña carta, delatores que advirtieron sobre una célula terrorista y un operativo policial. Así se descubrieron las actividades en el país de uno de los hijos del arquitecto de la llamada "Solución Final".

Informe de Marcelo García para Canal 26.

El 20 de mayo de 1960, un comando de agentes del Mossad, el poderoso brazo del servicio de inteligencia israelí; secuestró al nazi Adolf Eichmann en Argentina. Fue durante la presidencia del doctor Arturo Frondizi y -más temprano que tarde- el descontento generalizado de la opinión pública por el modo en que Israel procedió en esas circunstancias, no se hizo esperar. Pero esa historia lejos estaba de terminar.

Tras meses de silencio y movimientos acotados, el rastro dejado en el país por uno de los arquitectos de la llamada "Solución Final al problema judío" volvió a aparecer, del modo menos pensado.

Mientras el alto jerarca del régimen de Hitler estaba detenido y era juzgado en Jerusalén por los crímenes cometidos y su completa responsabilidad en el Holocausto, un hecho -repentino e inesperado- puso en jaque a uno de sus cuatro hijos. Y no era uno cualquiera.

Horst Adolf Eichmann, que de él se trata; no tuvo reparos en mostrarse públicamente haciendo exhibición de simbología nazi para reivindicar a su padre en una clara ofensa a millones de víctimas de la barbarie hitleriana en tiempos de la Segunda Guerra Mundial.

Pero sus actividades iban mucho más allá de las arteras provocaciones. Todo salió a la luz el 28 de enero de 1961 luego de un operativo policial llevado a cabo en la Provincia de Buenos Aires. El previo aporte de un cartero indiscreto podría haber activado las investigaciones; cuando, no sin algo de curiosidad, entregó una carta en la modesta casa de la calle Garibaldi 6067, en la localidad de Virreyes, casi a la vera de la ruta nacional 202 en San Fernando. El nombre del destinatario de la misiva enviada desde Bahía Blanca, llamó su poderosamente su atención: Horst Adolf Eichmann.

En un abrir y cerrar de ojos, la Brigada de Investigaciones de la Policía bonaerense dio con pistas seguras y activó un rápido procedimiento en adyacencias de la autopista Ricchieri, cerca del Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, en Ezeiza. Se sospechaba que en una vivienda de la zona operaba una célula extremista y cuando los efectivos se apersonaron en el lugar fueron repelidos a tiros desde el interior. Pese a estar rodeados, los agresores -curiosamente- lograron escapar.

En la morada había armas, explosivos y distintivos nazis, pero lo más intrigante fue el hallazgo de una fotografía de Horst Adolf Eichmann, identificado como el auténtico cabecilla.

Las trabas no demoraron en llegar y por algún motivo, la Brigada de Avellaneda, a cargo de la pesquisa; ocultó deliberadamente información, aunque eso no impidió que policías inquietos visitaran a Eichmann en su casa para someterlo a un inconducente interrogatorio. La carta recibida por el hijo del exjerarca nazi y su escueta declaración solo sumaron más interrogantes.

Eichmann sostuvo que en los días previos había recibido la sorpresiva vista de dos señoritas, de nombre Alicia y Elena, de la localidad de Bahía Blanca, quienes le demostraron su inocultable interés por integrar alguna organización antijudía. De hecho, se habían presentado ante él con el pleno conocimiento -según sus palabras- de que era el jefe de un grupo antisemita muy importante.

También Eichmann declaró que tanto era así que sabía que ante cualquier atentado contra su persona sería vengado violentamente con el ataque de gente de su confianza contra comandos sionistas que actuaban en el país.

Las mujeres fueron ubicadas por la policía e identificadas como Alicia Fernández y Elena Martínez. Eran amigas y en su carta a Eichmann le manifestaban textualmente estar ansiosas por entrar en acción. El caso de Fernández merecía especial atención, ya que junto a su hermano, era "confidente de la policía" y denunciaba -entre otros- a elementos comunistas que por entonces publicaban la revista "Palabra Obrera". Tanto como Horst Adolf Eichman, esas mujeres se jactaban de contar con el apoyo incondicional de militantes nacionalistas de su entorno que orquestaban ataques contra la comunidad judía local y les daban segura protección.

La causa policial contra Horst Adolf Eichmann fue cajoneada y archivada. Ni las autoridades nacionales, ni la Policía, ni tampoco la Justicia hicieron nada para impedir su accionar como jefe de una banda de neonazis que estaba a la vista de todos.

Fue el segundo de cuatro hermanos. Junto a Klaus y Dieter buscó por todos los medios que su padre fuera liberado por los israelíes para regresar a la Argentina. Fundó el Frente Nacional Socialista Argentino, desde donde cometió varios robos y organizó no pocos atentados, tal como sucedió contra una sinagoga de la comunidad judía en la localidad bonaerense de Florida, y hasta el momento de su muerte fogoneó la causa nazi. Ricardo, el menor de los hijos del exjerarca nazi del régimen de Hitler, fue el único nacido en Argentina y nunca expresó públicamente las ideas sectarias y violentas compartidas por su padre y sus hermanos.

Horst Adolf Eichmann escapó de las garras de la Justicia y nunca, jamás, fue otra vez molestado, una suerte que -afortunadamente- no tuvo su padre.



Nota: El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica y periodística.

martes, 6 de febrero de 2024

Así se vivía a un lado y otro del muro de Berlín

Viejas películas sacan a la luz cómo vivían los berlineses mientras el régimen comunista desplegaba todo tipo de controles para evitar que escaparan desde el sector oriental al occidental. Así se vivía a un lado y otro del muro de Berlín.

Informe de Marcelo García para Canal 26.

En un viaje hacia atrás en el tiempo, 26 Historia te lleva hasta la Alemania dividida por el Muro de Berlín. Así, nos transformamos en testigos privilegiados para saber de qué modo se vivía a un lado y otro de la infame separación impuesta de facto por el régimen comunista. ¿Cómo eran los controles? ¿Qué hacía la gente para poder tener contacto con el el otro lado? ¿Qué diferencias había entre el lado oriental y el occidental? Filmaciones de la época inmediatamente anterior a la caída, dan la respuesta a esos interrogantes.

Desde el 13 de agosto de 1961 la Unión Soviética pretendió frenar la imparable escalada de escapes hacia el lado capitalista de Alemania levantando el Muro de Berlín. La separación impuesta de facto por los rusos con la demarcación formal de la zona de la ciudad berlinesa encuadrada en el espacio económico de la República Federal de Alemania, Berlín Oeste, y de la capital de la República Democrática Alemana, Berlín Este; no impedía sin embargo que los intentos por pasarse al lado occidental continuaran cada día. Los alemanes bajo el yugo de las fuerzas soviéticas, buscarían, inexorablemente, el modo de escapar. Desde el bloque comunista se afirmaba que el infame muro fue levantado para protegerse de los elementos fascistas que conspiraban para impedir la voluntad popular de construir un Estado socialista en la Alemania del Este.​

Así, los 150 kilómetros de piedra y alambrados se transformaron en una auténtica obsesión y solo cabía una posibilidad: pasar al otro lado y salvarse. Con el tiempo, los controles se incrementaron y reforzaron como nunca antes en la historia. Para 1988, cuando aún faltaba un año para la estrepitosa caída; los intentos de escape eran moneda corriente pese a que los límites entre los dos sectores estaban más y más lejanos.

Desde la parte occidental también se buscaba que los connacionales llegaran a su lado. Mientras desde el sector comunista todo parecía una quimera imposible, en occidente la realidad se veía como una oscura película de intriga y espionaje. Los berlineses occidentales, bajo las fuerzas de ocupación de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, contaban con altas tarimas desde donde podían tener un mínimo y lejano contacto con parientes, amigos o viejos conocidos. La desconfianza desde la vereda de enfrente iba, permanentemente, en aumento. Y así quedaba demostrado con los estrictos controles rutinarios que eran desplegados por la STASI y sus agentes del Ministerio para la Seguridad del Estado policía comunista. Con la intensificación de la Guerra Fría y el embargo comercial contra el Bloque del Este, recrudecieron el enfrentamiento diplomático y la amenaza bilateral de manera creciente y evidente. Los fugitivos debían sortear cercos con alarmas, torres de vigilancia, búnkers, alambre de púa, perros adiestrados y campos minados.

No era fácil: en casi tres décadas, unas 240 personas murieron en el intento. El extenso contorno era vigilado por militares, policías y voluntarios civiles para dar por tierra con cualquier ansia de libertad. Los intentos en busca de dignidad y en procura de la caída del Muro de Berlín se manifestaban de muchas diferentes maneras. Los berlineses occidentales, que claramente no tenían ninguna intención de cruzar las vallas impuestas durante décadas por el comunismo, lanzaban su protesta incluso con expresiones de arte callejero. Sin embargo, los controles policiales no solo que se mantenían sino que también se reforzaban cada día. Nada parecía torcer el brazo de las autoridades locales que respondían ciegamente órdenes directas del poder central de Moscú, pese a que ya se había activado la cuenta regresiva.

Más control

El río Spree, que -con su longitud de más de 400 kilómetros- atraviesa varias importante regiones de Alemania, también supo ser uno de los puntos neurálgicos de los permanentes y diarios controles que llevaba adelante la policía comunista en los duros tiempos de la Guerra Fría. Las lanchas de la temible STASI recorrían, una y otra vez, casi toda su extensión patrullando las costas que marcaban el límite y la división entre oriente y occidente. Del lado capitalista de la ciudad alemana no era extraño ver a la gente caminar en libertad asistiendo al triste espectáculo.

Del otro lado, a unos pocos metros de distancia, se daba la presencia casi nula de berlineses en las calles y las infaltables torres de vigilancia con policías munidos de largavistas, quienes muchas veces tomaban fotografías de sus indeseados vecinos y enemigos. Pese a lo que muchos llegaran a pensar, nadie escapaba a la estrica vigilancia del bando comunista, ni había lugares seguros. Tampoco quedaban al margen -y eran permanentemente observados- quienes transitaban por zonas de exparcimiento o concurrían a lugares para despejarse, entre éstos bares y restaurantes. La desconfianza del sector occidental no solo se centraba en el otro lado de las vallas. Los problemas también podían venir desde su mismo bando y era por esto que los agentes aliados apostados en puestos de vigilancia, como el legendario Check Point Charlie, miraban siempre hacia todos lados.

Hoy, poco y nada queda del viejo muro. Solo fragmentos, vestigios engalanados con arte en los suburbios de Berlín. El mudo testigo de un tiempo en el que era imposible atreverse a soñar con la libertad.


Instagram: @marcelo.garcia.escritor

(Los temas publicados y los tags no expresan ideología política. Sólo investigación histórica)

Artículo original: https://www.canal26.com/historia/asi-se-vivia-a-un-lado-y-otro-del-muro-de-berlin--364027

jueves, 1 de febrero de 2024

El fin de la hegemonía de Estados Unidos: un mundo multipolar

El poder absoluto y total que Estados Unidos desplegó durante décadas parece haber llegado al final. Un bloque compacto de nuevas naciones dominantes reconfiguró la dinámica de la geopolítica mundial como nunca antes en la historia.

Informe de Marcelo García para Canal 26.

Tras el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y la caída del Muro de Berlín en 1989, se reconfiguró la geopolítica mundial. Con la reunificación de Alemania en 1991 y su inserción en el concierto de las naciones; la bipolaridad se resquebrajó y se puso en peligro. Ya no se trataba de capitalismo o comunismo. La balanza perdió, como nunca antes, su preciado equilibrio. Luego de años de desbalance por la hegemonía de Estados Unidos que barrió del mapa a la Unión Soviética; las fichas se reacomodaron con la reforma de la arquitectura de las relaciones internacionales y la desconfianza hacia los propósitos estadounidenses.

Se plasmaron las primeras líneas de una multipolaridad para el mundo actual, más plural y justo, plantando cara al dominio de los norteamericanos. En el caso estadounidense, la unipolaridad se manifestó política, económica y socialmente. En lo político se institucionalizó el modelo de la democracia representativa, con instituciones autónomas y equilibrio de poderes en defensa de un estado de derecho. En lo económico se implementó un modelo neoliberal bajo el yugo del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Y en lo social se aprovechó la gran capacidad de penetración de los medios masivos de comunicación para imponer la cultura occidental y las supuestas bondades de la llamada “american life”. Por décadas el mundo aceptó el poder de Washington, algo que generó la reacción de un bloque cuyas consecuencias están a la vista. Europa, China, India y Rusia; aunque no solo éstos; sacaron músculo y se postularon como los nuevos dominadores.

Futuro incierto

La realidad muestra que Estados Unidos es un imperio en decadencia y agonía, que da paso a nuevas integraciones regionales y otros bloques de poder ideológico, económico y financiero. El fin de la hegemonía estadounidense se potencia por su incapacidad de liderazgo, lo cual fue aprovechado por China, nuevo rector del comercio mundial, con su pragmatismo para entablar fuertes relaciones de cooperación. La sombra sobre Estados Unidos se agiganta cada día.

China produce casi el 10% de la demanda mundial de materias primas y más de la décima parte de la exportación mundial total de bienes manufacturados en tecnología mediana y de punta. Pero la expansión de su economía tiene otro beneficio para las naciones menos poderosas: es el mejor socio comercial por su capacidad financiera y crediticia, y lo logró sin imponer condiciones en lo político e ideológico, algo atractivo para países emergentes que pretenden librarse de los lazos que los ataban a las potencias occidentales. La guerra entre Rusia y Ucrania fue la mejor oportunidad que vio Estados Unidos para -en una suerte de nueva Guerra Fría- tratar de poner a Moscú de rodillas. Las sanciones no dieron resultado y la economía rusa no cayó como se pensaba. En cambio, llevó a una crisis inflacionaria mundial que afectó a los estadounidenses y sus exportaciones.

También fracasó el intento de Estados Unidos por imponer el dólar como moneda única y China es alternativa para nuevas transacciones interbancarias y financieras. Otro mecanismo implementado es el CIPS (Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos) para transacciones en RenMinBi (RMB), la divisa de curso legal en China, y que llegó como sistema de pagos alternativo al SWIFT (de Estados Unidos) o el IBAN (de Europa), con 19 bancos chinos y extranjeros y 176 participantes de 47 países.

Otra traba para Estados Unidos es el sistema de transferencias del Banco Central de Rusia que busca romper su monopolio financiero. El Sistema de Transferencia de Mensajes Financieros (SPFS) permite que el dinero circule entre bancos, aunque tiene limitaciones de tiempo y depende de la complejidad de las transacciones. Otro as en la manga es el SWAP, un intercambio de divisas entre dos países como préstamo contingente. Argentina se valió de esta medida cuando su Banco Central le dio pesos al Banco Popular de China y éste le entregó yuanes. No tiene costo mientras esté inactivo, algo imposible con el FMI o el Banco Mundial.

En 2022 la Cumbre Anual de jefes de Estado de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) celebrada en Samarcanda, Uzbekistán; surgió como el foro multilateral más relevante por la participación de poderes euroasiáticos como Rusia, China e India, en un contexto marcado por el giro de los centros de poder hacia el este. El objetivo fue trazar prioridades y definir áreas de influencia y actividad. Representa casi el 25% del PBI global y alberga casi la mitad de la población mundial y las principales economías.

Conformada por Rusia, Kazajstán, Kirguisa, Uzbekistán, Tayikistán, India, Pakistán, China e Irán y cuenta con Estados observadores y otros en calidad de Socios en el Diálogo. Hace foco en una rápida transición del sistema internacional hacia uno multipolar y sigue los principios de la Declaración Conjunta de Rusia y China, firmada por Vladimir Putin y Xi Jinping. La sede también estuvo cargada de simbología: Samarcanda era una de las principales ciudades en la Gran Ruta de la Seda entre oriente y occidente. La OCS es la base de un nuevo formato de interacción que ve al mundo como un todo indivisible y no fragmentado.

El contexto refleja la búsqueda de nuevas instancias y quiebra -como nunca antes en la historia- la hegemonía y la unipolaridad que impuso Estados Unidos desde la caída del Muro de Berlín.


Instagram: @marcelo.garcia.escritor

(Los temas publicados y los tags no expresan ideología política. Sólo investigación histórica)

Artículo original: https://www.canal26.com/historia/el-fin-de-la-hegemonia-de-estados-unidos-un-mundo-multipolar--363224