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domingo, 2 de junio de 2013

La inesperada y oportuna ayuda de Eva Perón a los pobres "cabecitas negras" de Washington

Eva Perón.


Para los Estados Unidos aquella jornada del año 1949 debía ser de júbilo y fiesta nacional. Harry Truman asumía la presidencia del país y se encaminaba reforzar los actos de gobierno con los que había dejado su lamentable huella en el período anterior. Truman, aquel granjero norteamericano que de la noche a la mañana había sucedido al fallecido Franklin D. Roosevelt había querido pisar fuerte y sin dudarlo lanzó las criminales bombas sobre Hiroshima y Nagasaki poniendo fin (?) a la Segunda Guerra Mundial. Tras aquellos actos de puro terrorismo, Truman creyó que se llevaría el mundo por delante (en parte ya lo había hecho...) pero se topó con un hecho que estaba destinado a enfurecerlo como pocas veces alguien lo había logrado.
Mientras las más importantes delegaciones mundiales llegaban a Washington para participar de la asunción de Truman como nuevo presidente de Estados Unidos, llegaba también a la embajada argentina en la capital norteamericana un comunicado que tuvo (en sentido figurado) efectos similares al de aquellas bombas sobre Japón.

Truman recibía una bofetada en su propia casa. La carta recibida en la embajada argentina aquel 21 de enero de 1949 provenía de la Fundación Eva Perón, en Buenos Aires, y anunciaba que al día siguiente de la asunción presidencial de Truman se haría efectiva la entrega de ropa de abrigo y calzado proveniente del gobierno argentino y cuyos destinatarios eran los pobres que habitaban los suburbios de la ciudad capital norteamericana. Eva Perón no hacía nada por casualidad y todos sus actos buscaban lograr un cometido. No era espontánea y sabía pegar siempre donde más dolía. En eso también era una experta.
La fundación que comandaba la mujer más importante de la Argentina de entonces había diagramado un sistema de ayuda junto a la Children's Aid Society para unos 600 indigentes de Washington, lo cual incluía prendas de abrigo y calzado fabricados en la Argentina. El encargado de recibir el envío argentino en Washington era el reverendo Ralph Faywatters, quien estaba al tanto de las verdaderas intenciones de Evita. Faywatters se encargó no sólo de ser el "cartero" que anunció la "buena nueva" de la llegada de la ayuda argentina a Washington, sino que además se encargó de organizar a otras tantas instituciones de ayuda social en Estados Unidos, con lo cual puso en alerta a muchas personas que efectivamente necesitaban ayuda de alguien, aunque fuera de Evita y Perón.
El mensaje de Evita era claro: en los Estados Unidos también había pobreza y qué mejor manera de dejarla al descubierto (y de paso dar una bofetada al gobierno norteamericano) que enviando una ayuda inesperada.
Los destinatarios de aquella ayuda "desinteresada" de Eva Perón y del gobierno que encabezaba su esposo, Juan Domingo Perón, eran 600 niños pobres, negros, que se encontraban en los barrios más marginales de Washington. El gobierno norteamericano pidió explicaciones de inmediato tras lo cual los diferentes medios se hicieron eco del "escandalo" internacional y el golpe de knock-out recibido por Truman. La agencia AFP se encargó de aclararlo todo con un poco creíble: "No hubo intención de demostrar que en un país rico cual es Estados Unidos, hay niños pobres"...
La revista Newsweek llevó el caso a su portada con el sugestivo titular de "Señora pockets" (Señora bolsillos) y Times ocupó su primera plana con un contundente "Helping hand" (Mano que ayuda). No fueron los únicos medios que dieron espacio al dolor de cabeza de Truman...

Cobertura en los medios norteamericanos.


A Truman le costó digerir ese trago amargo y removió cielo y tierra para evitar que la ayuda se concrete de manera efectiva dejando al descubierto la pobreza en la mismísima ciudad de Washington.
La embajada argentina esbozó una inconsistente explicación alegando que en realidad lo de la superposición de fechas (la asunción de Truman y la llegada de la ayuda argentina) era mera coincidencia. Nadie lo creyó, ni Evita, por supuesto.
Aquel gesto de típica filantropía peronista destinada más a desarmar a "la contra" antes que a ayudar concretamente a los más necesitados logró todo lo esperado y deseado por Eva Perón. Impacto en los destinatarios y un sabor a victoria enviciada de revancha y venganza tan habituales en la abanderada de los humildes.
Años más tarde fueron encontrados rebiosos manuscritos de puño y letra de Eva Perón y en uno de ellos se leía claramente "la pasada de facturas" propinada por Evita, en ese caso al gobierno norteamericano, que con tan malos ojos veía al dictatorial gobierno peronista elegido por el voto popular. Decía Evita sobre aquella ayuda "desinteresada" y sin "doble intención":
"Sirva de ejemplo este acto y esta ayuda que lo hacemos con todo respeto y todo carinño por el gran pueblo de los Estados Unidos y humildemente le hacemos llegar nuestro granito de arena de ayuda. Este avión argentino que llegará a Estados Unidos representa a la bondad de nuestro conductor y lo que somos capaces de hacer por el desposeído, esté donde esté y se encuentre donde se encuentre".

Tras la prosa y la verborrágica dialéctica de Eva Perón, Harry Truman supo leer toda la rabia, el odio y el fanatismo de una mujer que solía hacer gala de esos dudosos atributos más a menudo de lo imaginado. Las enormes diferencias insanjables entre el gobierno de Estados Unidos y el demagogo y poco afecto a la pluralidad gobierno de Juan Domingo Perón quedaron marcadas de manera inocultable tras este episodio enviado desde "el más allá" por la Santa Evita, endiosada como nunca por su altanería y sus reacciones intempestivas, agrandada por un poder absoluto que ella y su marido habían forjado a fuerza de palo y chicana para con quienes no pensaban como ellos. La pedantería en su máxima expresión. Aquella ayuda de Evita a los "cabecitas negras" norteamericanos llegó y lejos de calmar los ánimos y los espíritus, lejos de dar sincero y desinteresado abrigo a los desposeídos, revolvió el avispero como tantas otras veces supo hacerlo a lo largo de su historia...Después de todo, era su especialidad.