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lunes, 5 de julio de 2021

La prensa argentina financiada por los nazis: de "Caras y Caretas" a "Clarín", el ascenso de Roberto Noble

Contactos con influyentes agentes del Partido Nazi, oportunismo y complicidad con el mundo de la política. Así, parte de la prensa en la Argentina se plegó al bando de los seguidores de Adolf Hitler. Muchos fueron los forjadores de esa peligrosa relación entre las noticias y el nazismo, con el marco de fuertes intereses, acuerdos y traiciones, pero tal vez uno de las historias más destacadas sea la de Roberto Noble, primero como colaborador de la revista Caras y Caretas; y luego socio del ultra nacionalista Carlos Silveyra en Clarinada, hasta convertirse en fundador del diario Clarín.

Clarinada, Caras y Caretas, Clarín, Roberto Noble y los nazis.


Cuando en 1931 el Partido Nazi hizo pie en la Argentina, una de las premisas fue tomar por asalto a la prensa local. Sin embargo, pese a los usos y costumbres de la rabiosa agrupación política conducida por Adolf Hitler (que aún no era ni presidente ni canciller alemán, sino jefe partidario), las cosas no fueron sencillas. De hecho, desde un principio resultó evidente que los principales medios periodísticos argentinos se mostraron reacios a plegarse a las filas del intolerante nacionalsocialismo y, con ese marco, la Auslands Organisation der NSDAP (Organizazión en el Exterior del Partido Nazi) que funcionaba desde Berlín, en conjunto con los jefes del Landesgrüppe Argentinen der NSDAP (Grupo Argentino del Partido Nazi) debieron replantear sus métodos de propaganda.


Coincidiendo con el ascenso del Führer Adolf Hitler al poder de la Alemania del Tercer Reich, y cuando fue designado para cumplir funciones en Buenos Aires desde 1933, el barón Edmund von Thermann, embajador nazi en la Argentina, debió meterse en el asunto e informó sobre el estado de sitaución con la prensa directamente al ministerio de Relaciones Exteriores en Alemania. Lo hizo en los siguientes términos: “Los periódicos realmente influyentes como La Prensa, La Nación o El Mundo no son comprables, ni siquiera por sumas millonarias”. También agregaba en su comunicación a Berlín que el dinero invertido en El Pampero (diario argentino, inocultablemente nacionalista) comenzaba a verse reflejado en los hechos, y que había logrado aumentar su tirada diaria. 


En la Argentina, sólo el diario La Razón, en abril de 1933, apenas comenzado el proceso de nazificación de Alemania, dedicó gran espacio al nuevo régimen imperante y al Tercer Reich, mediante la publicación de un artículo en el que se leyó: “Por espacio de siglos el pueblo alemán opuso la muralla de sus pechos y sus lanzas a las masas; semi eslavas, semi asiáticas (...). Nuevamente, Alemania se encuentra de centinela avanzado contra Oriente (...). Como se dice en otro lugar, Alemania es el principal baluarte que puede oponer la civilización moderna al avance de las ideas oscurantistas, retrógradas y asiáticas del comunismo oriental, que ha asentado sus reales en Rusia. El mundo debe sentirse solidario con la acción que desarrolla el gran caudillo alemán (...).”(1)


Claro que el caso de La Razón había sido uno de los pocos medios periodísticos locales que se habían plegado en cierta medida al violento Gobierno del Führer, de modo tal que las firmas alemanas establecidas en la Argentina se veían seriamente resentidas y acusaban el duro golpe que implicaba la limitación para hacer publicidad, después de todo, la promoción (y venta) de lo que producían y ofrecían al mercado local quedaba realmente muy limitada, debido a la poca tirada de los diarios pro nazis en el país. Este tipo de problemas saltaba a la vista ante la prohibición de publicar avisos en el Argentinisches Tageblatt. Este periódico se había convertido en el medio periodístico de la comunidad alemana que más férrea oposición mostró ante el régimen de Hitler desde el mismo momento en que los nazis llegaron al poder en Alemania en 1933. Por este motivo, es que el Führer prohibió tajantemente la circulación del Argentinisches Tageblatt en los territorios del Tercer Reich desde abril de ese mismo año.(2)


El nazi Hans Gert Winter hablando con reportero de Caras y Caretas, año 1937. Foto: Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, 
Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

 

En ese complicado contexto para la difusión de las ideas del nazismo, la práctica mayoría de las publicaciones de noticias en el país eran contrarias al nazismo y solo algunos pocos órganos nacionalistas -de menor importancia y poca llegada al público- como Bandera Argentina, Crisol y el mencionado El Pampero, se mostraban favorables a los postulados del NSDAP. Pero también se plegaron a los intereses de los nazis en la Argentina, la revista Clarinada y también la tradicional Caras y Caretas, un conocido semanario cuya primera y más exitosa etapa de publicación se dio entre los años 1898 y 1939.(3) El aparato de propaganda nazi en la Argentina tenía a varios destacados personajes, que eran clave para que el "mensaje" de Hitler llegara, muchas veces de manera directa y frontal (tal el caso de Clarinada) y en otras oportunidades de un modo más disimulado (Caras y Caretas). 


En el caso de la revista Caras y Caretas, la financiación también llegaba directamente de la embajada alemana en Buenos Aires. Los nazis depositaban el dinero en cuentas del Banco Nación y el Banco Alemán Transatlántico. Además, la publicación se beneficiaba de la inyección de dinero proveniente de la publicidad de las 300 empresas pro nazis en el país. Como era previsible, Caras y Caretas apoyó (y fogoneó) la candidatura del nazi Manuel Fresco como gobernador de la Provincia de Buenos Aires.


Nazis y argentinos, unidos, año 1937. Foto: Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, Honorable Cámara de Diputados de la Nación.


Los  principales involucrados en estas operaciones desde ámbitos oficiales de la Alemania nazi en el país fueron Edmund von Thermann, ambajador alemán; Gottfried Sandstede, que cumplía funciones en la embajada germana como Encargado de prensa; y también Hans Gert Winter, quien no solo era jefe de enlace de los nazis en la empresa "Ferrocariles Alemanes", sino que era uno de los más activos efectivos de la Ettapendienst, la organización secreta de inteligencia -creada en 1911- cuya misión era la de recoger información sobre buques mercantes y de guerra (enemigos) que amarrasen en puertos extranjeros donde hubiera agentes alemanes destacados. A ellos se sumaba la presencia permanente -en cada reunión que se presentaba- del General Juan Bautista Sosa Molina, uno de los más entusiastas difusores del nazismo en el seno del Ejército Argentino. 


Apoyo del nazismo al periodismo cómplice en la Argentina, año 1937. Foto: Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, 
Honorable Cámara de Diputados de la Nación.


Pero no estaban solos, y también formaban parte de ese círculo de extrema confianza (casi una "Omertá"), otros adeptos vernáculos como Manuel Fresco -gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1936 y 1940, un ferviente filonazi-, Antonio Delfino -propietario de la empresa naviera “A.N. Delfino y Cía.”, de la cual también era accionista Sandtsede-, Carlos Silveyra -director de la revista Clarinada- y Roberto Noble (que, casualmente, era ahijado de Fresco). Delfino, vale destacarlo, trabajaba codo a codo con Winter, cerebro en Hamburgo (Alemania) del traslado del dinero expoliado por los nazis en las sacas que se transportaban a través de la Hamburg Süd de su propia compañía.


Silveyra, por su lado, se había destacado previamente por su odio al comunismo publicando el libro "El Comunismo en la Argentina" y por la fundación de la "Comisión Popular Argentina contra el Comunismo". Esa rabia al comunismo era acompañada por sus ideas sobre una conspiración mundial judía para destruir la civilización cristiana. En el lamentable primer editorial de Clarinada (publicada sin inconvenientes entre 1937 y 1945) podía leerse lo siguiente: “Programa de lucha sin cuartel contra ese ejército de alimañas, integrados por fuerzas aparentemente heterogéneas: materialismo, liberalismo, marxismo, comunismo, socialismo, anarquismo, ateísmo, masonería, etc., pero que están unidas en la misma finalidad : la destrucción de la civilización cristiana y que obedecen al mismo comando que las dirige desde las tinieblas: el judaísmo.” (Nº1, mayo de 1937).


Denuncia contra Carlos Silveyra y la editorial de la revista Clarinada, año 1943. 
Foliación 13, caja 19, Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, 
Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

El nombre de Clarinada fue propuesto por el general Juan Bautista Sosa Molina a Carlos Silveyra, y surgió a raíz del apodo de de "Clarín" por el que se conocía al escritor Leopoldo Arias -ultra nacionalista y de derecha-, que colaboraba activamente con la publicación; y era muy cercano a los filo nazis Manuel Fresco y Roberto Noble.  


Sin embargo, el director de Clarinada también pasó momentos de zozobra por sus cuestionables actividades. Así quedó demostrado cuando -entre enero y febrero de 1943- fue citado a declarar ante la Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas en el Congreso de la Nación. Pese a su abarcativo nombre, esa comisión de diputados apuntaba muy concretamente contra las operaciones del nazismo en el país. De todos modos, la red de protección estaba extendida y Silveyra (a quien se le envió un extenso cuestionario previamente) logró eludir perfectamente el incómodo interrogatorio al que iba a ser sometido.

Telegrama de Carlos Silveyra al Congreso, 13 de febrero de 1943. Foliación 61, caja 19, Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, Honorable Cámara de Diputados de la Nación.

Respecto de Noble, vale decir que tampoco era un cualquiera en el laberíntico ambiente filo nazi-fascista local; ya que cuando Fresco fue electo gobernador, asumió como Ministro de Gobierno, un importante cargo que ejerció hasta que en 1939 se vio obligado a renunciar por exigencias del nuevo presidente Roberto Ortíz, quien lo acusó del manejo discrecional de fondos públicos, además de hacerlo directamente responsable por la manipulación intencionada de votos en las recientes elecciones. Noble había trabajado en la sección deportiva del diario La Nación, fue uno de los fundadores del semanario Crítica Social y (militando en el partido Socialista Independiente) fue subdirector y -posteriormente- director del periódico Libertad. También trabajó en el diario Concordancia, el órgano del bloque de diputados socialistas creado tras el golpe militar de 1930 a manos del general José Félix Uriburu. Pero con el fortalecimiento de los nazis en la Argentina, todo cambió. Su ingreso a la redacción de la revista Caras y Caretas, marcó un antes y un después, y un cambio de rumbo que ya no abandonaría jamás. En 1937 ya era un destacado colaborador de la publicación., en tanto que las reuniones en la redacción de la revista eran cosa de todos los días, con encuentros que -en su mayoría- se daban junto al intimidante Hans Gert Winter, aunque también se encontraban en otros lugares, como el Club Alemán de Buenos Aires. Con ese marco es que Noble en 1938 se mostró -firme y orgulloso- junto a Fresco y von Thermann en las gradas del estadio Luna Park de Buenos Aires, durante el más multitudinario acto nazi llevado a cabo fuera de las fronteras germanas, para celebrar el "Anschluss", la anexión de Austria a la Alemania nazi. Junto a todos los nombrados, conformó un tándem imparable. 


Despedida del agente nazi Hans Gert Winter por su viaje a Villa La Angostura. Rodeado por su círculo de confianza, entre ellos Roberto Noble. Foto: Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, Honorable Cámara de Diputados de la Nación.


La protección de la que gozaba Noble se notó de muchas diferentes maneras, pero una en especial fue digna de destaque. El 28 de Octubre de 1942, se vio obligado a publicar una solicitada en varios periódicos negando las acusaciones que lo sindicaban como uno de los organizadores de orgías con jóvenes cadetes del Colegio Militar, un escándalo de proporciones que pudo haber sido su final. De todos modos, pudo zafar amparado por fuertes intereses -económicos- que lo ayudaron a "limpiar" su manchada reputación. El poder local de los nazis fue fundamental para lograr esa salvación.(4)


Claro que cuando el telón de la Segunda Guerra Mundial cayó implacable en forma de dura derrota sobre la Alemania nazi de Hitler, hubo que mover las fichas luego de que los Aliados patearan el tablero. Así las cosas, y tras la falsa, tardía (e inútil) declaración de guerra de Argentina al Eje (Alemania-Italia-Japón) en marzo de 1945, se determinó que también los medios que habían apoyado la barbarie, la intolerancia y la violencia sin razón del nazismo, debían camuflarse y cambiar de piel. Cambiar para que nada cambie. Con la premura que ameritaban las circunstacias, el martes 28 de Agosto de 1945 (apenas tres meses después del cierre de Clarinada) salió a las calles una publicación que -con su nombre y emblema- rendía el más sincero homenaje a la desaparecida revista de tendencia nacionalsocialista: se publicaba por primera vez el Diario Clarín, y su director era -nadie menos que- el camaleónico Roberto Noble.


Detalle de movimientos de cuenta de Roberto Noble.
Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, 
Honorable Cámara de Diputados de la Nación


Fue el filonazi Manuel Fresco quien -poco después- intercedió para que todo lo que se había expropiado de Clarinada -en el edificio del BaNaDe (Banco Nacional de Desarrollo) ex Banco Germánico de América del Sud- pasara a manos de Noble. Las máquinas impresoras alemanas, marca "Heilderberg", que estaban en el subsuelo del edificio de 25 de mayo 170 (la sede nazista) eran tres en total, mediante las cuales se imprimía Clarinada, material del Banco Germánico de América del Sud, del Banco Alemán Transatlántico, de la Embajada nazi y de Ferrocarriles Alemanes. 


De allí en más, nada ni nadie pudo detener el andar de Roberto Noble. El empresario que tan rápido ascendió gracias a sus simpatías germanófilas y filo nazis, usó el mismo crédito que Clarinada tenía en el Banco Germánico y el Banco Nación para financiar su nuevo proyecto, y se quedó con dos de las costosas máquinas impresoras y la linotipia de Clarinada, que utilizó a su provecho y con "guiño" de las autoridades nacionales (el gobierno de facto de Farrell-Perón) para levantar un auténtico imperio con el diaro Clarín, que aún continúa.



Instagram: @marcelo.garcia.escritor

Twitter: @mdGarciaOficial


El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica. 

Un agradecimiento especial al ingeniero Pedro Alberto Filipuzzi, autor del libro "La ruta del dinero de los nazis argentinos" (Dunken, Argentina, 2020), auspiciado por el Centro Simón Wiesenthal. Aporte de información y fotos para este artículo.

Notas/Referencias:

(1): La Razón, 3 de abril de 1933, citado en: Ebel, A., p. 84.

(2): Argentinisches Tageblatt, 24 de abril de 1933.

(3): Posteriormente volvió a publicarse en la Argentina en septiembre de 1951 (números 2140 al 2186), en 1982, y desde 2005 hasta el presente.

(4): "Perón y la raza Argentina" - Marcelo García, Ediciones B, Argentina, 2019.

Fotos y documentos: 

Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, Honorable Cámara de Diputados de la Nación.



miércoles, 22 de abril de 2015

El "tesorero de Auschwitz" pide perdón

Histórico juicio en Alemania. Oskar Gröning despojaba a los prisioneros de sus objetos (relojes, dinero), que luego enviaba a Berlín. Lo juzgan por complicidad de la muerte de 300 mil personas. Hoy admitió su culpa. (Publicado en Clarin.com el 22 de abril de 2015)

Oskar Gröning llega al Tribunal. (Foto: Reuters)


Esperaba en la rampa del campo de exterminio de Auschwitz la llegada de las pertenencias de las víctimas. Separaba los relojes de oro, las monedas de distintos países, contaba los montos, los colocaba en una caja de madera y anotaba cuidadosamente la fortuna que iba a enviar a Berlín. Oskar Gröning, "el tesorero de Auschwitz", pidió este martes perdón ante un tribunal alemán que lo juzga por complicidad de la muerte de 300 mil personas en 1944.

Lúcido a sus 93 años, Gröning entró apoyado en un andador y con la ayuda de un abogado a la sala del tribunal de Lüneburg, la pequeña ciudad situada a unos 50 kilómetros de Hamburgo donde vivió sin sobresaltos después de la Segunda Guerra Mundial. "Sin duda soy moralmente cómplice", declaró el anciano de pelo blanco. "Y también admito esa culpabilidad moral aquí, con arrepentimiento y humildad frente a las víctimas. Pido perdón", declaró Gröning ante el tribunal, que debió alquilar una sala grande debido al interés mediático por el que será uno del los últimos juicios por el Holocausto. El llamado "tesorero" o "contador de Auschwitz" es uno de los pocos que relató la vida cotidiana de los miembros de las SS en el campo de exterminio, una vida que él calificó de "normal", como la de un pueblo, con verdulería, vecinos...



 Oskar Gröning en 1944.



En una espeluznante entrevista publicada por el semanario Der Spiegel hace diez años, contó cómo él y sus "colegas" jugaban a las cartas y bebían mientran hablaban del olor de los cadáveres quemándose, de cómo los cuerpos se levantaban al arder. Entre 1942 y 1944, Gröning vió la pila de muertos en un par de ocasiones, por ejemplo cuando todos los SS salieron a la caza en medio de un intento de fuga. Para él, según confesó a Der Spiegel, el exterminio de los judíos era "un método de guerra" y las matanzas eran "horribles" pero se enmarcaban en "lo necesario". "A los judíos les grababan el número de prisionero, a los SS el grupo sanguíneo", explicó en la entrevista, mostrando el cero que tiene en el brazo y relatando que fue él mismo quien en 1944, después de pasar dos años en Auschwitz, pidió su traslado al frente. Había visto a un SS arrojar a un bebé contra un camión, para que dejara de llorar. Y aquella noche se emborrachó para olvidar. Pero la conciencia de crímenes atroces no impidió a Gröning llevar la vida de un hombre común y guardar silencio. Recién habló en los 80, cuando escribió para sus dos hijos y algunos amigos su testimonio de las matanzas. Confesó que había escuchado los gritos de socorro de quienes perecían en las cámaras de gas. Más tarde dió una larga entrevista para un documental de la BBC en la que se definió como una "ruedita", una pequeña pieza en el engranaje del genocidio perpetrado por los nazis, pero en ningún caso como un culpable. "Ni siquiera nunca le pegué a un prisionero", dijo entonces.

Oskar Gröning pidió perdón. (Foto: Reuters)


Los millones de víctimas "no fueron asesinados por jerarcas nazis", fueron justamente estas "rueditas" las que permitieron el funcionamiento de la maquinaria de exterminio, destacó ayer el abogado Thomas Walther a la emisora berlinesa Inforadio.
Walther criticó fuertemente a la justicia alemana por haber descartado una y otra vez la responsabilidad de los administradores grises del Holocausto, los llamados "criminales de escritorio" que ocupaban funciones como la de Gröning en los campos de exterminio. El abogado defensor Hans Holtermann consideró en cambio que Gröning nunca tuvo una participación directa en los crímenes nazis y que su sola presencia no lo convierte en cómplice.
El juicio al "tesorero de Auschwitz" se limita a un período de mediados de 1944, cuando llegaron al campo de exterminio 137 trenes con unas 427 mil personas, de las cuales al menos 300 mil fueron asesinadas. Para los sobrevivientes y descendientes de las víctimas que viajaron desde distintos países del mundo para dar su testimonio, lo importante no es la condena, sino el juicio mismo y sobre todo la sentencia.         


    



Por Araceli Viceconte para Clarin.com
Artículo original: http://www.clarin.com/mundo/Oskar-Groning-tesorero-Auschwitz-pide-perdon_0_1343265881.html

jueves, 28 de noviembre de 2013

Rabia y dolor: la historia de la nieta del criminal nazi de “La lista de Schindler” (Diario Clarín)

POR MARINA ARTUSA - DIARIO CLARIN
Nació de la hija del personaje encarnado por Ralph Fiennes y un nigeriano. “Mi abuelo me habría asesinado”, dice Jennifer Teege.

Nueva vida. “Mi depresión comenzó a desaparecer cuando supe la verdad. 
Hoy entiendo quién soy y de dónde vengo”. /Cezaro de Luca/ENVIADO ESPECIAL.


FRANKFURT. ENVIADA ESPECIAL - 26/11/13
Lo primero que reconoció fue el vestido de flores. “Era bastante exótico para la época y en la única foto que yo tenía de mi abuela ella estaba con ese vestido”, dice Jennifer Teege, la alemana que acaba de escribir su propia biografía – Amon. Mi abuelo me hubiera asesinado de un disparo –, un libro con un hallazgo histórico tan asombroso como insospechado: que el comandante nazi Amon Göetz, aquél conocido como “el carnicero de Plaszow”, cuya crueldad tan bien retrató Ralph Fiennes en la película La lista de Schindler de 1993, tuvo una nieta negra. Y que esa nieta es ella, una mujer de 43 años y casi dos metros de altura que nació del romance entre Monika –hija de Göetz y de su secretaria en el campo de concentración– y un estudiante nigeriano.

“Reconocí el vestido de flores de mi abuela en un libro de tapa roja que tomé de un estante de la biblioteca de Hamburgo por azar –dice Jennifer, que se dedica a la publicidad, está casada y es madre de dos varones–. Aquel día estaba recorriendo las secciones de Psicología e Historia. Sufrí depresión durante casi toda mi vida y buscaba algo para leer cuando un volumen de tapa roja llamó mi atención.” El título del libro, escrito por una tal Monika Hertwig –el nuevo apellido que usa la hija de Göetz–, era Debo amar a mi padre, ¿verdad?"
“Lo empecé a hojear, vi fotos que me resultaban familiares, hallé los datos biográficos de mi madre y los de mi abuela. Cuando descubrí quién había sido mi abuelo, no pude volver sola a mi casa.” 

En esas páginas, Teege halló lo que su madre nunca le quiso confesar: que era nieta de Amon Göetz, un vienés que había nacido en 1908, que se había unido a los nazis en 1930 y que en 1943 había quedado a cargo del campo de concentración de Paszow, en la Polonia ocupada por los alemanes, donde se había hecho conocido por disparar a los judíos prisioneros desde su balcón. “Mi padre nazi disparó a mujeres con bebés en los brazos –admitió Monika en su libro–. Me atormenta pensar cuánto de él pueda haber en mí.” Cuando Jennifer nació, Monika la entregó en un hogar de niños y luego la dejó a cargo de una familia de crianza de Munich. “Mi madre venía a visitarme. También lo hizo alguna vez mi abuela. Pero nunca me hablaron de la historia familiar”, dice Teege. La abuela, Ruth Irene Kalder, fue una ex actriz que se convirtió primero en secretaria y luego en amante de Göetz, que ya estaba casado y tenía tres hijos.
En 1944, las mismas SS lo apartaron de su cargo por el trato cruel que daba a los prisioneros del campo de concentración. Pero antes del juicio al que lo someterían las autoridades alemanas, los estadounidenses lo capturaron, lo procesaron y lo condenaron a muerte.
Amon Göetz fue ahorcado en 1946.
Su hija, Monika, tenía un año. Su viuda, Ruth, pasó el resto de su vida defendiendo su causa. Se suicidó con pastillas, en 1983, junto a un retrato de Göetz.

-¿Ni siquiera sospechó nada luego del suicidio de su abuela?
-Yo tenía diez años. Me enteré porque mi familia de crianza lo leyó en el diario. Nunca supe cómo murió.

-¿Tampoco cuando vio la película de Spielberg reconoció allí el apellido?
-En ese momento vivía en Israel. Estaba muy conmovida porque conocía a muchas caras del Holocausto. Jamás reparé en el apellido del personaje de Ralph Fiennes.

-Cuando descubrió la verdad. ¿Cuánto quiso saber acerca de su abuelo?
-Todo. El subtítulo de mi libro dice “Mi abuelo me habría asesinado de un disparo”. Y es obvio que habría sido así. Por el color de mi piel. No es lo que él hubiera esperado para una nieta suya.

-¿Qué siente cuando piensa en quién fue su abuelo y en quién es su madre? ¿Rabia, dolor, pena?
De todo. Y me lo permito. Si no, esos sentimientos se transforman en un bumerang. Estuve furiosa, estuve triste. Estuve muy enojada con mi madre. Luego entendí quién es mi madre a partir de la madre que ella tuvo. Y creo que si no me lo contó fue para preservarme del dolor. He sufrido de depresión casi toda mi vida y la depresión comenzó a desaparecer cuando supe la verdad. Hoy, cinco años después, estoy recuperada. Entiendo quién soy y de dónde vengo.

Desde entonces, Jennifer visitó algunas veces el Museo Oscar Schindler, en Cracovia, y la villa familiar en Paszow, donde todavía está la casa que su abuela habitó con Göetz y desde donde el comandante disparaba a mansalva.

-¿Escribir el libro fue un alivio?
-Era importante para mí que el secreto familiar dejara de serlo, sobre todo por la historia que hay detrás. Tengo dos hijos que no quiero que crezcan con secretos en la familia. El secreto es tóxico. Por otra parte, es una historia pública, sobre un personaje público. Es un capítulo de la historia de Alemania.

-¿Le mandó una copia del libro a su madre?
-No. Digamos que en este momento estamos distanciadas. Pero la puerta está siempre abierta. Pero sí se lo mandé a mi papá. Y recibí una carta muy linda suya.

-¿Alguna vez pensó qué le habría dicho a su abuelo si lo hubiera conocido?
-Creo que no le habría dicho nada. Sólo le habría hecho una pregunta: “¿Por qué?”.


Artículo original: http://www.clarin.com/mundo/Rabia-historia-criminal-lista-Schindler_0_1036696355.html