Cuando en 1931 el Partido Nazi hizo pie en la Argentina, una de las premisas fue tomar por asalto a la prensa local. Sin embargo, pese a los usos y costumbres de la rabiosa agrupación política conducida por Adolf Hitler (que aún no era ni presidente ni canciller alemán, sino jefe partidario), las cosas no fueron sencillas. De hecho, desde un principio resultó evidente que los principales medios periodísticos argentinos se mostraron reacios a plegarse a las filas del intolerante nacionalsocialismo y, con ese marco, la Auslands Organisation der NSDAP (Organizazión en el Exterior del Partido Nazi) que funcionaba desde Berlín, en conjunto con los jefes del Landesgrüppe Argentinen der NSDAP (Grupo Argentino del Partido Nazi) debieron replantear sus métodos de propaganda.
Coincidiendo con el ascenso del Führer Adolf Hitler al poder de la Alemania del Tercer Reich, y cuando fue designado para cumplir funciones en Buenos Aires desde 1933, el barón Edmund von Thermann, embajador nazi en la Argentina, debió meterse en el asunto e informó sobre el estado de sitaución con la prensa directamente al ministerio de Relaciones Exteriores en Alemania. Lo hizo en los siguientes términos: “Los periódicos realmente influyentes como La Prensa, La Nación o El Mundo no son comprables, ni siquiera por sumas millonarias”. También agregaba en su comunicación a Berlín que el dinero invertido en El Pampero (diario argentino, inocultablemente nacionalista) comenzaba a verse reflejado en los hechos, y que había logrado aumentar su tirada diaria.
En la Argentina, sólo el diario La Razón, en abril de 1933, apenas comenzado el proceso de nazificación de Alemania, dedicó gran espacio al nuevo régimen imperante y al Tercer Reich, mediante la publicación de un artículo en el que se leyó: “Por espacio de siglos el pueblo alemán opuso la muralla de sus pechos y sus lanzas a las masas; semi eslavas, semi asiáticas (...). Nuevamente, Alemania se encuentra de centinela avanzado contra Oriente (...). Como se dice en otro lugar, Alemania es el principal baluarte que puede oponer la civilización moderna al avance de las ideas oscurantistas, retrógradas y asiáticas del comunismo oriental, que ha asentado sus reales en Rusia. El mundo debe sentirse solidario con la acción que desarrolla el gran caudillo alemán (...).”(1)
Claro que el caso de La Razón había sido uno de los pocos medios periodísticos locales que se habían plegado en cierta medida al violento Gobierno del Führer, de modo tal que las firmas alemanas establecidas en la Argentina se veían seriamente resentidas y acusaban el duro golpe que implicaba la limitación para hacer publicidad, después de todo, la promoción (y venta) de lo que producían y ofrecían al mercado local quedaba realmente muy limitada, debido a la poca tirada de los diarios pro nazis en el país. Este tipo de problemas saltaba a la vista ante la prohibición de publicar avisos en el Argentinisches Tageblatt. Este periódico se había convertido en el medio periodístico de la comunidad alemana que más férrea oposición mostró ante el régimen de Hitler desde el mismo momento en que los nazis llegaron al poder en Alemania en 1933. Por este motivo, es que el Führer prohibió tajantemente la circulación del Argentinisches Tageblatt en los territorios del Tercer Reich desde abril de ese mismo año.(2)
En ese complicado contexto para la difusión de las ideas del nazismo, la práctica mayoría de las publicaciones de noticias en el país eran contrarias al nazismo y solo algunos pocos órganos nacionalistas -de menor importancia y poca llegada al público- como Bandera Argentina, Crisol y el mencionado El Pampero, se mostraban favorables a los postulados del NSDAP. Pero también se plegaron a los intereses de los nazis en la Argentina, la revista Clarinada y también la tradicional Caras y Caretas, un conocido semanario cuya primera y más exitosa etapa de publicación se dio entre los años 1898 y 1939.(3) El aparato de propaganda nazi en la Argentina tenía a varios destacados personajes, que eran clave para que el "mensaje" de Hitler llegara, muchas veces de manera directa y frontal (tal el caso de Clarinada) y en otras oportunidades de un modo más disimulado (Caras y Caretas).
En el caso de la revista Caras y Caretas, la financiación también llegaba directamente de la embajada alemana en Buenos Aires. Los nazis depositaban el dinero en cuentas del Banco Nación y el Banco Alemán Transatlántico. Además, la publicación se beneficiaba de la inyección de dinero proveniente de la publicidad de las 300 empresas pro nazis en el país. Como era previsible, Caras y Caretas apoyó (y fogoneó) la candidatura del nazi Manuel Fresco como gobernador de la Provincia de Buenos Aires.
Los principales involucrados en estas operaciones desde ámbitos oficiales de la Alemania nazi en el país fueron Edmund von Thermann, ambajador alemán; Gottfried Sandstede, que cumplía funciones en la embajada germana como Encargado de prensa; y también Hans Gert Winter, quien no solo era jefe de enlace de los nazis en la empresa "Ferrocariles Alemanes", sino que era uno de los más activos efectivos de la Ettapendienst, la organización secreta de inteligencia -creada en 1911- cuya misión era la de recoger información sobre buques mercantes y de guerra (enemigos) que amarrasen en puertos extranjeros donde hubiera agentes alemanes destacados. A ellos se sumaba la presencia permanente -en cada reunión que se presentaba- del General Juan Bautista Sosa Molina, uno de los más entusiastas difusores del nazismo en el seno del Ejército Argentino.
Pero no estaban solos, y también formaban parte de ese círculo de extrema confianza (casi una "Omertá"), otros adeptos vernáculos como Manuel Fresco -gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1936 y 1940, un ferviente filonazi-, Antonio Delfino -propietario de la empresa naviera “A.N. Delfino y Cía.”, de la cual también era accionista Sandtsede-, Carlos Silveyra -director de la revista Clarinada- y Roberto Noble (que, casualmente, era ahijado de Fresco). Delfino, vale destacarlo, trabajaba codo a codo con Winter, cerebro en Hamburgo (Alemania) del traslado del dinero expoliado por los nazis en las sacas que se transportaban a través de la Hamburg Süd de su propia compañía.
Silveyra, por su lado, se había destacado previamente por su odio al comunismo publicando el libro "El Comunismo en la Argentina" y por la fundación de la "Comisión Popular Argentina contra el Comunismo". Esa rabia al comunismo era acompañada por sus ideas sobre una conspiración mundial judía para destruir la civilización cristiana. En el lamentable primer editorial de Clarinada (publicada sin inconvenientes entre 1937 y 1945) podía leerse lo siguiente: “Programa de lucha sin cuartel contra ese ejército de alimañas, integrados por fuerzas aparentemente heterogéneas: materialismo, liberalismo, marxismo, comunismo, socialismo, anarquismo, ateísmo, masonería, etc., pero que están unidas en la misma finalidad : la destrucción de la civilización cristiana y que obedecen al mismo comando que las dirige desde las tinieblas: el judaísmo.” (Nº1, mayo de 1937).
El nombre de Clarinada fue propuesto por el general Juan Bautista Sosa Molina a Carlos Silveyra, y surgió a raíz del apodo de de "Clarín" por el que se conocía al escritor Leopoldo Arias -ultra nacionalista y de derecha-, que colaboraba activamente con la publicación; y era muy cercano a los filo nazis Manuel Fresco y Roberto Noble.
Sin embargo, el director de Clarinada también pasó momentos de zozobra por sus cuestionables actividades. Así quedó demostrado cuando -entre enero y febrero de 1943- fue citado a declarar ante la Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas en el Congreso de la Nación. Pese a su abarcativo nombre, esa comisión de diputados apuntaba muy concretamente contra las operaciones del nazismo en el país. De todos modos, la red de protección estaba extendida y Silveyra (a quien se le envió un extenso cuestionario previamente) logró eludir perfectamente el incómodo interrogatorio al que iba a ser sometido.
Respecto de Noble, vale decir que tampoco era un cualquiera en el laberíntico ambiente filo nazi-fascista local; ya que cuando Fresco fue electo gobernador, asumió como Ministro de Gobierno, un importante cargo que ejerció hasta que en 1939 se vio obligado a renunciar por exigencias del nuevo presidente Roberto Ortíz, quien lo acusó del manejo discrecional de fondos públicos, además de hacerlo directamente responsable por la manipulación intencionada de votos en las recientes elecciones. Noble había trabajado en la sección deportiva del diario La Nación, fue uno de los fundadores del semanario Crítica Social y (militando en el partido Socialista Independiente) fue subdirector y -posteriormente- director del periódico Libertad. También trabajó en el diario Concordancia, el órgano del bloque de diputados socialistas creado tras el golpe militar de 1930 a manos del general José Félix Uriburu. Pero con el fortalecimiento de los nazis en la Argentina, todo cambió. Su ingreso a la redacción de la revista Caras y Caretas, marcó un antes y un después, y un cambio de rumbo que ya no abandonaría jamás. En 1937 ya era un destacado colaborador de la publicación., en tanto que las reuniones en la redacción de la revista eran cosa de todos los días, con encuentros que -en su mayoría- se daban junto al intimidante Hans Gert Winter, aunque también se encontraban en otros lugares, como el Club Alemán de Buenos Aires. Con ese marco es que Noble en 1938 se mostró -firme y orgulloso- junto a Fresco y von Thermann en las gradas del estadio Luna Park de Buenos Aires, durante el más multitudinario acto nazi llevado a cabo fuera de las fronteras germanas, para celebrar el "Anschluss", la anexión de Austria a la Alemania nazi. Junto a todos los nombrados, conformó un tándem imparable.
La protección de la que gozaba Noble se notó de muchas diferentes maneras, pero una en especial fue digna de destaque. El 28 de Octubre de 1942, se vio obligado a publicar una solicitada en varios periódicos negando las acusaciones que lo sindicaban como uno de los organizadores de orgías con jóvenes cadetes del Colegio Militar, un escándalo de proporciones que pudo haber sido su final. De todos modos, pudo zafar amparado por fuertes intereses -económicos- que lo ayudaron a "limpiar" su manchada reputación. El poder local de los nazis fue fundamental para lograr esa salvación.(4)
Claro que cuando el telón de la Segunda Guerra Mundial cayó implacable en forma de dura derrota sobre la Alemania nazi de Hitler, hubo que mover las fichas luego de que los Aliados patearan el tablero. Así las cosas, y tras la falsa, tardía (e inútil) declaración de guerra de Argentina al Eje (Alemania-Italia-Japón) en marzo de 1945, se determinó que también los medios que habían apoyado la barbarie, la intolerancia y la violencia sin razón del nazismo, debían camuflarse y cambiar de piel. Cambiar para que nada cambie. Con la premura que ameritaban las circunstacias, el martes 28 de Agosto de 1945 (apenas tres meses después del cierre de Clarinada) salió a las calles una publicación que -con su nombre y emblema- rendía el más sincero homenaje a la desaparecida revista de tendencia nacionalsocialista: se publicaba por primera vez el Diario Clarín, y su director era -nadie menos que- el camaleónico Roberto Noble.
Fue el filonazi Manuel Fresco quien -poco después- intercedió para que todo lo que se había expropiado de Clarinada -en el edificio del BaNaDe (Banco Nacional de Desarrollo) ex Banco Germánico de América del Sud- pasara a manos de Noble. Las máquinas impresoras alemanas, marca "Heilderberg", que estaban en el subsuelo del edificio de 25 de mayo 170 (la sede nazista) eran tres en total, mediante las cuales se imprimía Clarinada, material del Banco Germánico de América del Sud, del Banco Alemán Transatlántico, de la Embajada nazi y de Ferrocarriles Alemanes.
De allí en más, nada ni nadie pudo detener el andar de Roberto Noble. El empresario que tan rápido ascendió gracias a sus simpatías germanófilas y filo nazis, usó el mismo crédito que Clarinada tenía en el Banco Germánico y el Banco Nación para financiar su nuevo proyecto, y se quedó con dos de las costosas máquinas impresoras y la linotipia de Clarinada, que utilizó a su provecho y con "guiño" de las autoridades nacionales (el gobierno de facto de Farrell-Perón) para levantar un auténtico imperio con el diaro Clarín, que aún continúa.
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Twitter: @mdGarciaOficial
El artículo no expresa ideología política, solo investigación histórica.
Un agradecimiento especial al ingeniero Pedro Alberto Filipuzzi, autor del libro "La ruta del dinero de los nazis argentinos" (Dunken, Argentina, 2020), auspiciado por el Centro Simón Wiesenthal. Aporte de información y fotos para este artículo.
Notas/Referencias:
(1): La Razón, 3 de abril de 1933, citado en: Ebel, A., p. 84.
(2): Argentinisches Tageblatt, 24 de abril de 1933.
(3): Posteriormente volvió a publicarse en la Argentina en septiembre de 1951 (números 2140 al 2186), en 1982, y desde 2005 hasta el presente.
(4): "Perón y la raza Argentina" - Marcelo García, Ediciones B, Argentina, 2019.
Fotos y documentos:
Comisión Especial Investigadora de Actividades Antiargentinas del Congreso, Honorable Cámara de Diputados de la Nación.