Siempre negados, tantas veces ocultados. Los vínculos cercanos entre el peronismo de otros tiempos y el nazismo, de una u otra manera salen a la luz. En este caso, mediante un curioso video captado en Madrid, España, muy posiblemente durante el año 1971.
Parecía una reunión común y corriente, excepto por un detalle: a la misma asistieron el nazi Otto Skorzeny y el general Juan Domingo Perón.
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miércoles, 17 de junio de 2020
miércoles, 29 de noviembre de 2017
El desarme argentino tras la guerra de Malvinas: de una "Blitzkrieg" criolla al nuevo "Tratado de Versalles"
La desaparición del submarino ARA San Juan desnudó la realidad: la Argentina está en un alarmante estado de desarme, desprotección y vulnerabilidad. Las fronteras terrestres y aéreas ya estaban vencidas, ahora se sabe que eso también sucede con nuestro mar. ¿Cómo entender este drama argentino? No todo es tan simple como cargar las culpas sobre la actual administración y el Gobierno que la precedió. La historia, mucho más compleja, en el artículo a continuación.
Por Marcelo García
“A la Argentina hay que sumirla en el barro de la humillación”.
Winston Churchill nieto, durante la Guerra por las Islas Malvinas, 1982.
Límites permeables.
La tragedia del submarino ARA San Juan, desaparecido en aguas del Océano Atlántico sur desde el miércoles 15 de noviembre de 2017, puso en vilo a la Argentina toda y en pleno conocimiento del mundo entero sobre el alarmante estado de vulnerabilidad y desprotección de la Nación sudamericana.
Como era de esperar, la presencia de un vasta fuerza naval multinacional desplegada en aguas jurisdiccionales argentinas que -respondiendo a viejos y bienvenidos códigos navales- se sumó a la desesperada búsqueda del S-42, degeneró de inmediato en un aluvión de variopintas expresiones que fueron, sin término medio, del agradecimiento sincero por la ayuda recibida a las más airadas protestas dada la (según algunos) evidente invasión extranjera que quedaba a la vista una vez más.
Tampoco faltaron las bajezas humanas y las típicas chicanas político-ideológicas que, en un caso como este, agitan pasiones, liberan fanatismos y sacuden los más profundos sentimientos del ser nacional.
Los más simplistas desviaron la atención unicamente hacia la "grieta" abierta por el régimen (en eso se convierte un Gobierno tras tantos años ininterrumpidos en el poder) kirchnerista que hizo y deshizo en la Argentina a su entera voluntad y, luego, a la gestión macrista que -al menos en apariencias- se presenta a sí misma como la antítesis de todo lo que manejó los destinos del país con anterioridad.
La cuestionada "reparación de media vida" del submarino ARA San Juan en 2014 y la más reciente revisión (1 mes antes del drama) en los astilleros de la firma Tandanor, fueron acaso la panacea de quienes pretendieron circunscribir a ese tan acotado lapso de tiempo un problema que viene de larga data y pone en peligro la seguridad nacional.
Es cierto que el submarino ARA San Juan (comprado a la firma alemana Thyssen-Krupp en 1985) era una nave vetusta (lo que no implica que no estuviera en condiciones de operar). También es cierto que los tres sucesivos gobiernos kirchneristas (uno de Néstor Kirchner y dos de su heredera política, Cristina Fernández, como profundizadora del "modelo") siempre se mostraron muy afectos a inaugurar (y reinaugurar) grandes obras de "cartón pintado" (hospitales, ramales ferroviarios... ¿un submarino también?) y tampoco es menos cierto que la Administración del presidente Mauricio Macri, no es precisamente un sinónimo de respuestas concretas y garantizada claridad. Pero estos eslabones en la larga cadena de impericia, irresponsabilidad, desidia, corrupción y flagrante traición a la Patria no fueron los únicos y los primeros que llevaron a la dramática situación de indefensión y desarme que agobia a la Argentina y que la ha llevado a la situación actual.
Todo tiene su origen en el preciso momento del final de la guerra que enfrentó a la Argentina y Gran Bretaña por el control de las Islas Malvinas y el archipiélago del Atlántico Sur. Un conflicto bélico gestado contra natura por el régimen militar argentino en 1982, que fue pensado como una fulminante "Blitzkrieg" (guerra relámpago) a la criolla y que, pese al esfuerzo, culminó en un nuevo "Tratado de Versalles" del que la Argentina ya no pudo liberarse jamás.
¿O acaso alguien llegó a pensar que la derrota en la guerra no iba a acarrear dolorosas consecuencias para los perdedores propiciadas por la triunfante coalición internacional?
Para la ilusa Argentina, la "victoria" estaba en haber puesto el "tema Malvinas" en primera plana de la prensa mundial. Pamplinas.
Gran Bretaña, en cambio, logró usurpar nuevamente las islas, pero a costa de grandes pérdidas económicas, no solo por la guerra sino también por la posguerra, ya que -de hecho- debieron construir una enorme base militar y prescindieron de todas las ventajas que Argentina daba a los isleños previo al conflicto, por lo cual se encareció el mantenimiento del más importante bastión británico en el Atlántico Sur. Desde el 1982 a 1989 los gastos ascendieron a U$S16mil millones. No había ingresos, ya que lor recursos de pesca no salían de sus 3 millas en torno las islas, con excepción que a partir de 1986 (durnte el Gobierno del Dr. Raúl Alfonsín), extiendieron las millas a 200 y comenzaron a explotarlas.
¿Gratis? Nada es gratis en este mundo, y mucho menos para los derrotados en un conflicto bélico. Pobres inocentes los que se aferraron a esa incosistente mentira y efímera ilusión.
Claro que para entender la historia completa, no hay que tomar como punto de referencia el último día de combates en los teatros de operaciones de Malvinas, vale decir el 14 de junio de 1982; sino la fecha del 16 de febrero de 1990. Ese día, la Argentina anunció al mundo entero -con bombos y platillos- que tras ocho años de odios contenidos e inocultable tensión, finalmente reestablecía relaciones diplomáticas con los "piratas" ingleses.
Sin embargo, la realidad era otra.
Un nuevo "Tratado de Versalles".
Mientras al desprevenido pueblo argentino se lo invitaba a comer gato por liebre y pagar los platos rotos de la fiesta organizada por otros, el primer paso para la entrega definitiva y el completo desarme de la Argentina a manos de las potencias extranjeras ganadoras de la guerra (Estados Unidos, lógicamente participó de esa coalición), era solapadamente dado.
Entre el 14 y el 15 de febrero de 1990 quedó todo listo y se puso la firma al "Acuerdo-Tratado de Madrid", sellado entre gallos y medianoche, en dependencias del Ministerio de Asuntos Exteriores de España. El texto del documento se integró con dieciocho (18) artículos y cuatro (IV) anexos que abarcan un total de catorce carillas.
Los firmantes fueron, por un lado, los jefes de la diplomacia británica y, por el otro, Carlos Saúl Menem -por entonces Presidente argentino- y Domingo Felipe Cavallo, el gran representante de los fuertes intereses foráneos (un protegido de Rockefeller y Soros) que (para no ser tan obvio) hacía las veces de Ministro de Relaciones Exteriores de la Nación.
En realidad, este "Tratado de Versalles" argentino tiene nombre propio: “Tratado Anglo-Argentino de Promoción y Protección de Inversiones” suscripto finalmente en Londres el 11 de diciembre de 1990, y promulgado por el Congreso argentino el 4 de noviembre de 1992 (Ley No. 24.184). De ese modo, se coronó una larga serie de negociaciones entre la Argentina y el Reino Unido que en febrero 1990 llevó a la suscripción de un acuerdo formal mediante el cual los mencionados Menem y Cavallo, operarían como gerenciadores locales, promoviendo los intereses británicos y norteamericanos en el país.
Esto le daría al Reino Unido el control absoluto y total sobre las fuerzas armadas argentinas, muy especialmente en la Patagonia, donde ya hay (y había) millonarias inversiones estadounidenses, británicas e israelíes (Art. 5); nuestra economía se abriría y desregularía en forma irrestricta (Art. 12) de manera que empresas estatales pudieran ser vendidas y privatizadas a precio vil (petróleo, minería, ferrocarriles, autopistas, líneas aéreas, electricidad, gas, agua, fondos de pensiones, servicios postales, seguros, reaseguros, bancos.
El "slogan" más difundido de entonces parecía ser: “Todo lo que se mueve, se privatiza”. Entre tanto, a los “inversores” extranjeros se les daba todo tipo de protección, derechos y asistencia.
Aquel Tratado con el Reino Unido fue rápidamente sucedido por tratados similares suscritos con Estados Unidos (Ley 24.184), y luego Francia, Alemania, España, Holanda, Dinamarca, Suecia, Canada, Australia.
Dolorosa conclusión.
En pocas palabras: los ganadores de la guerra, siempre, siempre, se encargan de asegurar que los vencidos... no intenten "levantarles la mano" otra vez más. Todo tenía un único objetivo, resumido en tres pasos, que llevó al desesperante estado de desprotección y desarme que atraviesa la Argentina:
(1) Que la Argentina siempre se mantendría de rodillas antes sus victoriosos enemigos;
(2) Que la Argentina jamás investigará el origen ilegítimo e ilegal de su enorme Deuda Externa iniciada bajo el régimen ilegal cívico-militar, sino que pagará y pagará década tras década, y
(3) Que la Argentina desmantelaría, desintegraría y destruiría sus fuerzas armadas tanto material como moralmente, de manera de transformar a Argentina en un país total y absolutamente desarmado ante un mundo terriblemente peligroso.
Luego de ese "acuerdo" tan doloroso y dañino para la Nación, llegaron otros ejecutores y partícipes necesarios que terminaron de dar el tiro de gracias a nuestro -ya endeble- estado de seguridad y protección. El plan de debilitamiento de las Fuerzas Armadas argentinas, se coronó con el descrédito a sus integrantes y una caza de brujas que siente sus coletazos -incluso- el día de hoy. ¿Nombrar a sus perpetradores?
La historia se encargará de juzgarlos. Cada uno sabe qué lugar ocupó, también cuando el ex Minsitro de Relaciones Exteriores del curioso Gobierno peronista de Menem, Guido DiTella (sucesor de Cavallo), llegó a decir a viva voz que afortunadamente manteníamos "relaciones carnales" con los Estados Unidos. Lo que omitió decir es ¿quién estaba en cuatro patas, con la ropa interior por los tobillos y mirando contra la pared?...
Mientras escribo estas líneas, 44 almas deambulan por las profundidades del mar, encerradas no sólo en un vetusto submarino perdido, sino también en la celda a la que las ha confinado un país que nunca, en su corta historia, logró aprender debidamente una lección.
Marcelo García
domingo, 11 de marzo de 2012
El abrazo entre Eisenhower y Franco: el aval del "mundo libre" a la dictadura española
El obseno abrazo entre Eisenhower y Franco en la base aérea de Torrejón.
Tras una breve visita que reunió a más de 500 periodistas (entre extranjeros y españoles), 10 autobuses para comitivas, 15 cabinas de transmisión para los medios de comunicación, 110 aparatos telefónicos para comunicar "la buena nueva" al mundo entero, siete líneas para fototelegrafiar, centenares de cámaras de televisión de los medios mundiales y a casi 1 millón y medio de españoles vitoreando el encuentro, el presidente norteamericano y el caudillo dictador español se abrazaron al pie de la escalinata del avión en la base aérea de Torrejón, cerca de Madrid, para sellar lo impensado: el formal apoyo de los Estados Unidos a la más sangrienta y feroz dictadura de la historia española.
Si faltaba alguna otra prueba para demostrar que Francisco Franco se había salido (parcialmente) con la suya, ahora los hechos se encargaban de eliminar la duda: España lograba cambiar el aislamiento al que había sido sometida desde finales de la segunda guerra mundial, por una complicada y dudosa integración al sistema diplomático, militar y (por supuesto) económico de occidente.
No importaba ya si Franco había apoyado a Hitler. No importaba si la nación que dice defender los derechos humanos en cada rincón del planeta hacía la vista gorda ante las atrocidades franquistas de la España de entonces. No importaba nada. Después de todo, al fin y al cabo, los Estados Unidos (de siempre) y la España (de Franco) estaban firmemente unidas por algo: su desbocada y frenética lucha contra el comunismo.
Para España llegaron grandes cambios que difícilmente puedan opacar lo obseno del encuentro: España logró entrar en la Organización mundial de la Salud, la UNESCO y la OIT, entre otras cosas. Rápidamente y tras este aval norteamericano a la dictadura de Franco, España viró bruscamente de una economía agrícola a una decididamente industrial. España también logró su ingreso al Fondo Mundial Internacional, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación Económica Europea y finalmente logró mostrar "orgullosa" al mundo como su tasa de crecimiento anual real llegaba al 7% y cómo ingresaba al círculo "exclusivo" de los países con una renta por habitante superior a 2.000 dólares.
España quedó dividida una vez más (como si ya no lo estuviera). Tristemente dividida, entre los aduladores de las "supuestas mejoras económicas y el atropello al otro" y los españoles que aún soñaban con una patria en donde el respeto, la dignidad humana, la libertad y la unidad real fueran algo posible.
La poco decorosa memoria siempre tan selectiva norteamericana, una vez más exhibida en la máxima expresión. Los planes de eternizarse en el poder ilegítimo que ostentaba, vilmente utilizados como centro de la cáscara que pretendía mostrar un amor incondicional por España por parte de Franco, también elevados a la máxima potencia.
Ese abrazo, obseno y prepotente, entre Eisenhower y Franco, les costó caro a los españoles. Muy caro.
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