“Si el coronel Perón no fue parte del plan para su remoción, en un esfuerzo por hacerlo un mártir y por lo tanto más agradable para los votantes civiles, entonces su remoción será para mejor de los argentinos. Pocos sucesores podrían tener sus talentos demagógicos”.
Artículo de Arnaldo Cortesi,
“New York Times”, 11 de octubre de 1945.
Perón da inicio a una de las más grandes farsas de la historia argentina: el 17 de Octubre de 1945.
Por más de 70 años, un aura romántica y misteriosa envolvió a hechos y protagonistas del histórico 17 de Octubre de 1945. Presionada, y en un claro intento de presentar los hechos como una espontánea demostración popular en favor del supuestamente detenido coronel Juan Domingo Perón, la dictadura fascista filo nazi argentina, se verá obligada a reinventarse mediante una insospechada movida destinada a simular un cambio para que nada cambie en realidad. Desde las sombras, y con el aporte de millones ingresados clandestinamente al país por los nazis, el "Día de la Lealtad" peronista fue pacientemente orquestado y se transformó en una de las más grandes farsas de la historia argentina. Todos los detalles, en este fragmento de uno de los capítulos de mi libro "La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler" (Sudamericana - 2017).
(...) Apenas había pasado un día
desde el quincuagésimo cumpleaños de Perón, cuando el 9 de octubre un grupo de
camaradas de la guarnición de Campo de Mayo exigió su renuncia ante Farrell,
dando inicio una de las mayores operaciones de engaño de la historia argentina
con una movida magistral que pretendió simular un cambio para que nada cambiara
en realidad. En la designación de Oscar Nicolini al frente del Ministerio de
Correo y Telecomunicaciones (llegado por recomendación de Eva Duarte), cierto
sector del ejército creyó ver el primer intento de Perón por lograrlo.
La idea era simple: desde
su puesto Nicolini podía manipular el recuento de votos de un futuro proceso
electoral que Perón ya comenzaba a planear en su propio beneficio, siendo ese
el detonante para que oficiales del ejército representados por el General
Eduardo Ávalos presionara a Farrell pidiendo la dimisión del cuestionado
vicepresidente y super ministro de la Nación.
Claro que detrás de la
movida había un plan perfectamente orquestado, ya que -pese a verse obligado a
renunciar- el 10 de octubre Perón pudo despedirse de “sus” trabajadores frente
a la Secretaría de Trabajo y Previsión no sin antes anunciar un masivo aumento
de sueldos y la implementación del salario mínimo vital y móvil, operación
extrañamente coronada con el discurso del “renunciante” transmitido a través de
la radio por el propio Nicolini en cadena a toda la Nación; para luego pasar
por la Jefatura de la Policía Federal despidiéndose figuradamente del Coronel
Filomeno Velazco y retirándose poco después con la más maravillosa música que
hasta entonces habían escuchado sus oídos: no era la voz del pueblo argentino;
sino la de los adictos agentes policiales que lo despidieron al grito de ¡viva Perón!.
Acto seguido, emisarios
antiperonistas visitaron a Hortensio Quijano (Ministro del Interior)
presionándolo para que relevara de la jefatura policial al filo nazi Velazco;
sin advertir que –en otra hábil maniobra- se designaba en su reemplazo al
Coronel Aristóbulo Mittelbach, otro fiel ladero de Perón.
Perón y Farrell activan la conspiración. Fieles seguidores de Perón.
Mientras el 11 de octubre
el pueblo tomaba las calles reclamando por el mantenimiento de las conquistas
sociales a punto de ser arrebatadas bajo la consigna de “fuera los nazis del gobierno” con el firme propósito de
exigir la entrega del mismo a la Corte Suprema de Justicia; también había
quienes estaban debidamente advertidos de la movida, entre ellos Arnaldo
Cortesi (corresponsal del “New York Times” en Buenos Aires) encargado de hacer
una acertada lectura de la situación al escribir “que el remedio -su forzada partida en manos del grupo de
oficiales del ejército de quienes había derivado su poder- sea mejor o peor que
la enfermedad peronista que él ha infligido al pueblo argentino, queda por
verse. Si el coronel Perón no fue parte del plan para su remoción, en un
esfuerzo por hacerlo un mártir y por lo tanto más agradable para los votantes
civiles, entonces su remoción será para mejor de los argentinos. Pocos
sucesores podrían tener sus talentos demagógicos” [1].
Su descripción de los
hechos iba en perfecta sintonía con lo
expresado en un documento enviado por el Departamento de Estado norteamericano
a funcionarios de la embajada y agentes del FBI apostados en Buenos Aires en el
cual se informaba que “el
fracaso en eliminar intereses e influencia de las potencias del Eje y una
actitud benigna y simpatizante para con un reestablecimiento de la organización
alemana y su influencia en las repúblicas americanas, son factores importantes
en este análisis” –agregando que-
“organizaciones argentinas y ciudadanos a título personal han expresado su
condena a los abusos en contra de los derechos constitucionales y las
libertades civiles. A importantes agentes nazis, de los cuales el Departamento
(de Estado) posee abundante evidencia incriminatoria, se les ha permitido
permanecer libres a pesar de las repetidas protestas hechas por este gobierno
para que sean arrestados”.
¿Premonición? "Mañana llega Perón", avisan los simpatizantes peronistas durante el 16 de Octubre.
En esas complicadas
circunstancias, el 12 de octubre nada pudo evitar la masiva protesta popular
congregada frente al Círculo Militar; un hecho que inflamó los ánimos
amalgamando a las Fuerzas Armadas contra los manifestantes mientras el
variopinto espectro político se reunía con los representantes del régimen en
busca de una salida consensuada tratando de evitar situaciones que luego se
pudieran lamentar.
Mientras Vernego Lima
vociferaba desde los balcones del Círculo Militar que “Todos los culpables de este estado de cosas
serán castigados, empezando por Perón” y la jornada culminaba con refriegas
generalizadas, heridos, detenidos y la muerte del Dr. Eugenio Ottolenghi a
manos de la policía properonista; Perón y Eva encontraban refugio en una isla
del Tigre, retirándose del centro mismo de la escena para mantener estratégicos
encuentros con dirigentes gremiales con quienes acordaron la organización de un
gran movimiento de agitación.
La casa [2] era propiedad de Rodolfo Freude, hijo de Ludwig Freude y cuñado del agente nazi
Werner Koennecke (muy relacionado al Banco Germánico y testaferro de Himmler en
la Argentina), integrantes de un tándem conocido por los más allegados como la “clique Freude-Perón”, cuyo principal objetivo
en esa coyuntura fue el de construír la nueva imagen del militar y hacerlo “más agradable para los votantes civiles” en una hábil jugada que
estaban más que dispuestos a concretar.
Las primeras consecuencias
de esas reuniones fueron el anuncio de la detención de Perón en la prisión
militar de la Isla Martín García y la llegada de Juan Fentanes a la Secretaría
de Trabajo y Previsión, cuyas posibles medidas presagiaban la pérdida de todas
las conquistas sociales hasta entonces alcanzadas y la idea oculta de “hacer
sentir la ausencia de Perón”, situación que llevó a que los dirigentes de la
CGT (Confederación General del Trabajo) se reunieran determinando los próximos
pasos a seguir dejando expuestas dos posturas claramente diferenciadas.
Si bien todos coincidían
en la necesidad de reclamar por el mantenimiento de las conquistas sociales, la
gran diferencia entre los sectores radicaba en que la postura oficial
representada por el secretario general Silverio Pontieri no mencionaba -en
ningún punto del documento- a Perón reclamando su regreso, mientras que los
únicos que apoyaban al militar “desplazado” eran los sindicatos identificados
como “autónomos” liderados por Cipriano Reyes; situación sanjada con el triunfo
de la posición oficialista que convocó a un paro general para el día 18. Sin
embargo Perón y sus adeptos en la central obrera acordaron por su lado una movilización
para la jornada del 17.
El 16 de octubre se inició el “operativo retorno” cuando grupos
organizados del gremio de la carne encabezados por Reyes marcharon desde
Berisso y Ensenada a Buenos Aires pidiendo por el regreso del “detenido” Perón,
mientras por su lado el gobierno orquestaba otra movida asegurando su presencia
en el mismísimo lugar de los candentes acontecimientos trasladándolo entre
gallos y medianoche desde el presidio de Martín García al Hospital Militar en
la Capital Federal.
Primeras horas de la tarde del histórico 17 de Octubre de 1945.
A primera hora del 17 de octubre, el diario “Crítica” denunció
desde su portada que “grupos
aislados que no representan al auténtico proletariado argentino tratan de
intimidar a la población”[3] anticipando los primeros ataques violentos perpetrados por
peronistas tal como luego fue replicado en las páginas del “New York Times”
dejando claro que “el
Coronel Perón, quien hace sólo ocho días fue echado del gobierno argentino por
el ejército y fue enviado como prisionero a la Isla Martín García, protagonizó
un sensacional regreso hoy y confirmó quién es el “hombre fuerte” en Argentina. (…) Un gran
grupo atacó al Diario Crítica, cuyas sirenas se hicieron oír en toda la ciudad
en un infructuoso esfuerzo por atraer la atención hacia sí y conseguir ayuda.
La policía, sin embargo, no se veía por ningún lugar”. [3]
Poco después fue Arnaldo
Cortesi (corresponsal del diario norteamericano) quien hizo otra acertada
pintura de los acontecimientos al asegurar que el avance de los grupos armados
peronistas le hizo recordar la “Marcha sobre Roma” de los “Camisa Negra” de
Benito Mussolini.
Como fuera, el momento
tantas veces esperado, finalmente había llegado.
Arreglos de última hora y
febriles reuniones llevaron a Farrell a salir al balcón de la sede de Gobierno
para anunciar el glorioso regreso de Juan Domingo Perón. Cuando faltaban cinco
minutos para que terminara la noche del 17 de octubre de 1945, el abrazo
sentido entre el Presidente de facto y el “regresado” Coronel le puso broche de
oro a la monumental farsa para tomar el control y perpetuarse solapadamente en
lo más alto del poder.
Claro que si algo faltaba
para dejar expuesto lo ingenioso del plan, allí estaban -por supuesto- las
palabras del propio militar. “Ya para entonces” -dijo Perón- teníamos preparada a la juventud. No podíamos
perder ninguna elección, eso estaba clarísimo. Cuando la noche del 17 de
octubre llegué a la Casa de Gobierno, le dije a Farrell: ¡Vamos, llame de una
vez a elecciones, hombre! ¿O quiere que nos arruínen la revolución?” [4]
La dictadura y sus "nuevas formas". Perón asume la Presidencia de La Nación en 1946.
La histórica jornada culminó
–figuradamente- cinco días después cuando Perón y Eva Duarte estamparon su
firma en un modesto registro civil de la ciudad de Junín convirtiéndose en
matrimonio que selló su “lealtad” frente a Dios en la ciudad de La Plata pocos
días después.
Fragmento del capítulo 9 "Lealtad a Perón", del libro "La agente nazi Eva Perón y el tesoro de Hitler" (Marcelo García - Sudamericana - 2017)
Link del libro:
[1] Artículo publicado en “New York
Times” – Arnaldo Cortesi – 11 de octubre de 1945.
[2] El mismo lugar
en donde previamente los agentes del FBI descubrieron una de las estaciones de
radio clandestinas.
[3] Diario
Crítica - 16 de Octubre de 1945.