Mostrando entradas con la etiqueta Adolf Eichmann. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Adolf Eichmann. Mostrar todas las entradas

miércoles, 27 de mayo de 2015

El alemán de la daga

El alemán de la daga.


Era una tarde cálida, una jornada apacible y relajada como tantas otras en las que aquellos melancólicos alemanes -que solían disfrutar de las comodidades del "Edén Hotel" enclavado en la tranquilidad y privacidad de las serranías cordobesas de La Falda- se reunían para recordar los buenos viejos tiempos y, de paso, hacer nuevos planes para un futuro mejor. Cerca del reducto de los Eichhorn, la paz también se encontraba en "El chorrito", un idílico paraje surcado por cascadas y manatiales que hacían las veces de un improvisado y bendito balneario en donde mitigar el calor de la provincia mediterránea; un maravilloso lugar de reunión donde los camaradas aprendieron -e hicieron propio- el arte y la sana costumbre del asado y un vasito de vino. La foto es un buen retrato de aquellos días de finales de 1950.
Con el sol del mediodía clavado sobre sus cabezas y vestidos como para otra ocasión, los germanos del "Edén" posaban felices y despreocupados para la posteridad. Uno de ellos -el de la izquierda- con coqueto sombrero y campechana pose de manos en la cintura, deja al descubierto el cinto del que se asoma, orgulloso, brillante y filoso, un cuchillo. Los lugareños solían pedírselo -a don Ricardo- para cortar los jugosos costillares sobre la parrilla, pero el alemán lo portaba por motivos diferentes.
La filosa pieza era una daga de honor de las SS nazis y su poseedor, don Ricardo Klement (el de la izquierda en la foto de este artículo), era -ni más ni menos que- el jerarca nazi Adolf Eichmann.


Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Eichmann, que se hacía llamar Otto Eckmann, fue capturado por el Ejército de los Estados Unidos, que "desconocía" su verdadera identidad. En los albores de 1946 se "escapó" de la custodia del Ejército estadounidense y se ocultó en varios lugares de Alemania durante algunos años. En 1948 obtuvo un salvoconducto para escapar a Argentina, pero no lo usó inmediatamente.A principios de 1950, Eichmann estuvo en Ginebra, donde se hizo pasar por un refugiado llamado Ricardo Klement. Con la ayuda de un fraile franciscano de ideas fascistas, que tenía conexiones con el obispo Alois Hudal, obtuvo un pasaporte emitido por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y un visado argentino, ambos documentos a nombre de "Ricardo Klement, técnico". El 17 de junio de 1950 salió en barco desde Génova y llegó a Buenos Aires el 14 de julio del mismo año. Vivió tranquilo y amparado en la Argentina hasta que el 11 de mayo de 1960 un comando clandestino del Mossad -servicio de inteligencia israelí- lo secuestró en un procedimiento irregular y violatorio de las leyes internacionales y soberanía argentina para llevarlo a Israel y -finalmente- condenarlo a muerte.


Marcelo García
Historias Lado B

miércoles, 4 de junio de 2014

La odisea de los argentinos judíos en la Segunda Guerra

Consecuencias inesperadas de un cambio de política. Por orden de Adolf Eichmann, cuarenta ciudadanos de la Argentina fueron arrestados en Francia después de que el país abandonó la neutralidad; veinte de ellos fueron deportados y otros veinte sobrevivieron. La decisión recrudeció el enfrentamiento entre las dos líneas predominantes dentro del nazismo
Por María Oliveira-Cézar  | Para LA NACION

Las hermanas Hélène y Suzanne Moncarz, de 8 y 11 años, hijas del matrimonio de argentinos 
Salomón y Nehama Moncarz, deportadas en el convoy 68.. Foto: Archivo 


París.- Desde 1939 hasta 1944 el importante disenso sobre la neutralidad de la Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial no había logrado cambiar la posición tradicional del país. Tanto los gobiernos civiles de los presidentes Roberto M. Ortiz y de Ramón Castillo como el del general Pedro Pablo Ramírez, instalado en el poder por la logia militar del GOU en junio de 1943, estaban decididos a defenderla. Y el GOU nombró a Ramírez al darse cuenta, en menos de tres días, del error cometido con su primer candidato, el general Arturo Rawson, un aliadófilo que hubiera podido terminar con la neutralidad. La inmensa mayoría de la población urbana, que era la que pesaba en la opinión pública, se sentía muy implicada en el conflicto por sus cercanos orígenes europeos, que fueron caldo de cultivo de las ideas fascistas, falangistas y nazis, apoyadas por el nacionalismo católico vernáculo y los sectores pro germánicos de los cuadros militares, así como de las que auspiciaban al liberalismo británico y el republicanismo francés y español, ya con cierta antigüedad en los sectores ilustrados y en los amplios sectores medios que ellos habían educado.

Si bien Ortiz, Castillo y Ramírez sostenían ideologías e implementaron políticas diferentes, cuando no opuestas entre sí, los tres coincidían en mantener la neutralidad. La diferencia principal era que la neutralidad de Ortiz no era favorable al Eje, como lo fueron la de Castillo y aún más la de Ramírez. No cabe duda de que la neutralidad permitía el desarrollo interno, continuar el estrecho vínculo económico con Gran Bretaña y a la vez mantener la buena relación con Alemania, y en particular no ceder ante la fuerte presión de Estados Unidos para que la Argentina integrara el sistema panamericano que ellos dirigían. Pero el difícil equilibrio se rompió cuando a las evidentes actividades antiargentinas del nazismo en el país se sumaron las pruebas del espionaje, con el fallido y torpe intento de compra clandestina de armamento a Alemania en momentos en que Brasil se hacía fuerte con las armas que Estados Unidos nos negaba por nuestra posición internacional.

Ante el escándalo público, Ramírez se vio obligado a romper las relaciones con el Eje. Fue el 26 de enero de 1944. Probablemente se consideraron las eventuales implicancias políticas, internacionales, económicas y muchas otras. Pero nadie consideró que la ruptura resultaría dramática para más de un centenar de judíos que residían en la Europa ocupada por el nazismo y que habían pasado ya más de tres años de la guerra protegidos de la deportación por su estatuto de ciudadanos de país neutral. Y a los que nadie les avisó.

Los hermanos Eddy y Elena Szabasohn, deportados a Auschwitz. Ambas fotos pertenecen al libro 
French Children of the Holocaust, de Serge Klarsfeld. La primera aparece en la página 1038 de la obra 
y la segunda, en la página 1263.. Foto: Archivo 


Nadie podía avisarles porque -al menos en Francia- los diplomáticos argentinos se enteraron de la ruptura por la radio, varias horas antes de que les llegaran los cables oficiales de la Cancillería. Y ellos mismos pasaron unos días sin saber a qué atenerse sobre su situación personal, ya que sólo una semana después Alemania les permitió seguir residiendo en sus domicilios privados hasta que se organizara su salida conjunta de los territorios ocupados para ir a un lugar neutral como Lisboa, donde serían canjeados por los diplomáticos alemanes y franceses en puesto en la Argentina. Tan complejo fue aquel canje que recién se iniciaría seis meses después de lo previsto. Los que estaban en Francia, que incluían a catorce mujeres y cuatro niños pequeños, saldrían en tren de París el 30 de julio, se reunirían en Friburgo con los que estaban en Alemania, Rumania, Bulgaria y Hungría, y atravesarían toda Alemania para arribar a un país neutral ya sin riesgo de bombardeos. Pasaron por Dinamarca y el 18 de septiembre llegaron a Gotemburgo, donde el centenar de diplomáticos y sus familiares pasaron todo un otoño y un invierno sin poder salir de la pequeña pero acogedora ciudad sueca, hasta que el 14 de marzo de 1945 fueron embarcados con destino a Portugal. Hicieron escala en Liverpool, donde no se les permitió bajar a tierra pero sí recibir a bordo a los colegas argentinos en Inglaterra. Después de dos semanas de navegar en aguas minadas, el 28 de marzo desembarcaron por fin en Lisboa, donde se les confiscarían los documentos hasta el momento del canje. Entretanto, para poder entrar en la futura ONU la Argentina acababa de declarar la guerra al Japón y a Alemania, cuando ya estaba casi ganada por los aliados. El 7 de mayo embarcaron en el Cabo de Hornos, que los dejaría en Buenos Aires el 17 de junio de 1945. El canje había durado casi exactamente un año, durante el cual los diplomáticos no sólo no gozaban de libertad sino que estaban expuestos a los peligros de la guerra sin ninguna capacidad de decisión y la mayoría de ellos con serios apuros económicos. El gobierno había decidido que cada funcionario costease sus gastos con sus sueldos, lo que era imposible porque por la enorme afluencia de refugiados no había lugar en ningún lado que no fuera lujoso. Y a ello se sumó el desasosiego de varias partidas anunciadas, preparadas y anuladas sin que se supiesen las razones, siempre con el temor infundado de que por algún motivo el canje no se hiciese y fuesen internados en alguno de los campos. Entre los funcionarios en Francia más activos en la organización de la vida cotidiana del grupo de rehenes argentinos durante aquel último año de la guerra se contaban Alberto Agüero, encargado de Negocios; Ramón L. de Oliveira Cézar, cónsul general; Horacio Olazábal, cónsul en París, y Alberto Saubidet, cónsul en Lyon. Pero estos inconvenientes vividos por nuestros diplomáticos a raíz de la ruptura son totalmente irrisorios frente a lo que ella haría sufrir a los judíos argentinos en territorios ocupados por el nazismo.

Como todos los judíos bajo el nazismo y el régimen de Vichy, los argentinos que vivían en Francia fueron registrados en el fichero organizado por la policía y gendarmería francesas, luego discriminados, expulsados de sus empleos en la administración pública. Incluso sus bienes fueron "arianizados", o sea, intervenidos, puestos bajo control de un individuo no judío y generalmente liquidados. Perdieron gran parte de sus libertades y derechos, pero los judíos de países neutrales no eran "deportables", o sea no estaban destinados al exterminio. Por eso era imprescindible registrarse en un consulado de su país. Además, sus condiciones de vida presentaban mejoras esenciales respecto de las de los judíos en general, sobre todo en el caso de los argentinos, ciudadanos del país neutral que el canciller Joachim von Ribbentrop privilegiaba. Si bien la mayoría de los funcionarios actuantes en Francia obedecía las normas ministeriales secretas que ordenaban denegar los pedidos de ingreso al país de judíos extranjeros, casi todos intentaron ayudar en lo posible a los que eran argentinos.

Buena parte de los cónsules actuantes en Francia trataron de defender las vidas y los bienes de los judíos argentinos, logrando que a los de su circunscripción no se les aplicara algunas de las exigencias y prohibiciones impuestas por Alemania o por Vichy, como llevar la estrella de David, frecuentar colegios públicos, jardines y espectáculos, obtener los mismos vales de raciones alimenticias que tenían los "arios", comprar a cualquier hora sin limitarse al corto horario reservado a los judíos, viajar en cualquier vagón del subte, salir de los límites de la aglomeración de su domicilio. Multiplicaron las atestaciones de nacionalidad, pegaron documentos de protección en sus casas y negocios, impidiendo así que fueran incluidos en las listas de personas por arrestar en las redadas; gestionaron por sus mercaderías bloqueadas e intervinieron contra la "arianización" de sus bienes con administradores franceses, proponiendo a argentinos que los administrarían sin liquidarlos. Inclusive lograron sacar de Drancy y de otros campos franceses a judíos argentinos detenidos por causas particulares o en controles callejeros.

Pero para intentar salvarlos había que saber que habían sido arrestados, y en ciertos casos las víctimas no pudieron comunicarlo a los consulados. Además, hay que tener en cuenta que hubo argentinos con doble nacionalidad que no se dieron a conocer como tales, que no se matricularon en ningún consulado, tal vez creyendo que su ciudadanía francesa los protegería de modo más eficaz, y cuyos nombres aparecieron al liberarse Francia en las listas nazis de deportación, seguidos de un lugar de nacimiento en la Argentina. Sólo entonces se supo que eran connacionales. De los nueve argentinos deportados y asesinados antes de la ruptura sólo uno de ellos, Jacob Yourowski, había contactado un consulado. Pero él fue arrestado con otros dos hombres cuando intentaba cruzar a España con papeles falsos, y los tres fueron deportados enseguida. Aunque los cónsules se hubieran enterado a tiempo no hubiesen podido hacer nada por él dado que tal hecho era considerado acto de resistencia, por lo tanto, "terrorista" e insalvable para los nazis y milicianos. Ninguna de estas personas fue deportada como argentina.

Al día siguiente de la ruptura Adolf Eichmann telegrafió de Berlín a los jefes SS y SD de Francia y de Bélgica la orden de arresto inmediato y deportación de todos los judíos argentinos residentes en sus jurisdicciones. Eichmann era subordinado de Heinrich Himmler, jefe supremo de los SS y de una de sus secciones, la Gestapo. La orden de Eichmann era la represalia directa a la inconcebible e inesperada ruptura argentina. La línea militar más dura y terrible del régimen nazi era reacia a cualquier negociación que pudiera impedir el asesinato de judíos o militantes antinazis, considerados todos enemigos que debían ser aniquilados. Es decir, en total oposición a la actitud de Ribbentrop y de los miembros de su embajada en París, quienes sin dejar un ápice de su nazismo mantenían amistosa relación con los argentinos, en particular con los del Consulado General y su entorno parisino, aun al precio de otorgar a los judíos argentinos concesiones que no se hacían a los judíos de los otros países neutrales. Esta relación la mantuvieron después de la ruptura, conscientes de preservar así los importantes intereses alemanes en la Argentina, y a la vez esos contactos cuyas buenas relaciones con los aliados les podrían ser útiles. Quién sabe si también, a sabiendas de la debacle militar del Reich pero sin jamás reconocerla, no preservaban un eventual refugio para después de su derrota.

La oposición entre estas dos líneas nazis aparece claramente con sus diferentes reacciones ante los judíos argentinos, eslabón más frágil que muy a su pesar estuvo en la primera trinchera de esa confrontación. Para cumplir con la orden de Eichmann fueron arrestados 40 argentinos, una treintena en París y sus alrededores en la primera y única redada dirigida contra argentinos, entre el 28 y 29 de enero, y los restantes fueron detenidos entre marzo y mayo en el interior del país, en Limoges, Marsella, Montecarlo, Nancy... A pedido oficioso del Consulado General a los consejeros de la embajada alemana, éstos pidieron el 1° de febrero al teniente coronel SS Heinz Röthke, antiguo jefe del campo de Drancy y superior del actual, el capitán Aloïs Brunner, que les entregaran la lista de los argentinos arrestados en Drancy. Röthke transmitió la orden al campo y el suboficial SS Weissl le contestó el 2 de febrero con una lista falsa de trece personas, omitiendo deliberadamente a las otras once que seguían allí, ya que un pequeño grupo había sido liberado por error horas después de su arresto. Jamás Weissl hubiera tomado esa iniciativa sin la orden explícita de Brunner, y tal vez el mismo Röthke había planeado este modo de obedecer a la vez la voluntad de sus propios mandos militares SS deportando a un grupo de argentinos, y la de los diplomáticos de Ribbentrop en París, permitiendo la supervivencia del otro grupo. Los once argentinos deportados por esa artera maniobra de los SS fueron Isaías Wulfman y su mujer Fajga; Salomón Moncarz, su mujer Nechama y sus hijas Suzanne y Hélène, de 11 y 7 años; Rebecca Benzonana; Elena Szabasohn; Henry Jerusalmy y su mujer Raquel, y Jaime Finkelstein. El único y paupérrimo consuelo es que no hayan podido ni siquiera imaginar que el responsable directo de su martirio obtendría luego refugio en su país.

El telegrama de Eichmann que ordena la detención de judíos argentinos. Foto: Archivo


Esas once personas no fueron alistadas porque los SS ya habían decidido deportarlas en el Convoy 68 del 10 de febrero, y de ese modo evitaron la intervención directa en favor de ellas de su propia embajada, que para quedar bien con los funcionarios argentinos hizo trasladar a las personas reconocidas como arrestadas a diversas dependencias de la Fundación Rothschild (el hospital, hospicio y orfelinato con ese nombre), anexadas administrativamente al campo de Drancy. Estar en Rothschild solía evitar la deportación, y el mejor trato que allí recibían les daba grandes posibilidades de sobrevivir. Con excepción de Pablo/Paul Recht, que fue igual deportado como francés por tener la doble nacionalidad, todos los de la lista falsa sobrevivieron, como algunos de los otros que arrestaron luego y fueron también remitidos a ese hospital por la misma doble intercesión que ya había funcionado. Como balance final, de los 40 argentinos judíos arrestados en Francia después de la ruptura, 20 fueron deportados y 20 sobrevivieron. Si sumamos a los deportados antes del 26 de enero de 1944 se llega a un total de 29 deportados judíos. No contabilizamos aquí a los 12 argentinos no judíos deportados por resistentes o por eventuales militancias izquierdistas.

El último 10 de febrero, en el 70° aniversario de esa primera deportación de argentinos como tales formamos una pequeña delegación de compatriotas para homenajearlos en el Mémorial de la Shoah de París, durante la ceremonia de lectura de sus nombres junto a la evocación de los 1.500 deportados en aquel Convoy 68 del 10 de febrero de 1944, organizada y conducida por Serge y Beate Klarsfeld.


María Oliveira-Cézar es una historiadora argentina residente en Francia
Viernes 11 de abril de 2014 | Publicado en edición impresa



miércoles, 15 de mayo de 2013

Adolf Eichmann en Israel: la banalidad del mal y un final como cualquier otro...

 
Adolf Eichmann en Israel. (Foto: Revista "Life")


Para Adolf Eichmann, Obersturmbannführer de las sanguinarias y efectivas SS Nazis, los judíos eran simplemente una estadística. Este Teniente Coronel alemán tenía la (dudosa) cualidad de ser uno de los más efectivos a la hora de "cumplir" con esas estadísticas que se le pedían desde la plana mayor alemana durante los oscuros días de la Segunda Guerra Mundial. Eichmann "hacía bien los deberes", pero no sólo eso, sino que además fue uno de los arquitectos generadores del perfecto funcionamiento de la terrible maquinaria que hizo posible el Holocausto. Eichmann, mal que le haya pesado en algún momento decisivo y final de su lamentable vida, no sólo ha sido un eficaz ejecutor de las nefastas políticas de deportación y exterminio de millones de personas, sino que además disfrutó siendo uno de los más directos responsables por su concepción. Aportaba ideas, planificaba, proponía salvajada tras salvajada más allá de lo que le pedían. En eso fue uno de los "mejores".

Con la Guerra Mundial llegando a su fin (¿llegó?) los "inocentes" norteamericanos no advirtieron que Eichmann era en realidad uno de los criminales de guerra más peligrosos, un asesino serial que pretendió adquirir inmundos visos de legalidad, resguardándose en la insostenible y obscena "obediencia debida". Llegado el año 1946 escapó de la "custodia" (entre comillas...) del ejército de Estados Unidos y como quien no quiere la cosa, tras ocultarse (no sin protección aliada) en diferentes partes de Alemania, obtuvo un salvoconducto que le permitió escapar hacia Argentina, cosa que sucedió recién en 1950. Llegó desde Génova, Italia, con pasaporte provisto por la Cruz Roja Internacional (¿fue creada por un suizo, no?...) y así las cosas logró establecerse en Buenos Aires y ocuparse de varias cosas bajo el falso nombre de Ricardo Klement.
El 1° de mayo de 1960, tras largos años de incógnito y protección en Argentina, un comando israelí del Mossad comenzaba (por un lado) a violar la soberanía jurídica de Argentina y las normas internacionales y, de paso (por otro lado) comenzaba a cumplir con un acto de estricta justicia para muchos. Los "Nokmin" (Vengadores) israelíes comandados por Rafael Eitan finalmente lograron el cometido de capturar a uno de los nazis más buscados el 11 de mayo de 1960 en la localidad de San Fernando, Buenos Aires (Argentina). Lo demás es historia y tras un juicio con "veredicto cantado" Adolf Eichmann fue ahorcado en la prisión de Ramla, Jerusalen (Israel) durante la madrugada del 31 de mayo de 1962.

La historia lado B, que siempre la hay, nos muestra gracias a las sensacionales e impactantes fotografías de la Revista "Life" que todo el poder, toda la arrogancia, la altanería, la mentira, el crimer sistematizado y organizado, todo el salvajismo, la insensibilidad y las ansias de dominación eterna y total de otros tiempos, duraron lo que un suspiro dentro de una canasta... : la nada misma. Eichmann antes de sentir la soga al cuello, tuvo sin embargo tiempo para vomitarle al mundo unas cuantas palabras más. Dijo en aquella oprtunidad: "Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo."

Pero claro, antes había tenido que bajar la cabeza y calladito la boca, sumiso, fue un prisionero más. Lo mismo que le había exigido alguna vez a millones de víctimas. Eichmann, en esa cárcel, era casi una "estadística" más. Un de aquellas "estadísticas" que él, tan solícitamente, gustaba recopilar y engrosar...
Todo llega...

 Adolf Eichmann en la prisión de Ramla (Jerusalen). (Fotos: Revista "Life")



domingo, 13 de enero de 2013

Por dudosa "falta de espacio" Argentina incineró en 2008 todos los archivos sobre el ingreso de nazis al país


La relación de la Argentina con los criminales de guerra nazis ha dado mucha tela para cortar a lo largo de los años. Lejos, muy lejos, de ser leyenda o mera historia fantástica, la plácida vida en esta parte de Sudamérica de los jerarcas relacionados al Tercer Reich, roza lo macabro y de alguna manera pinta de cuerpo entero el pensamiento y las políticas (que aún en tiempos tan recientes como el año 2008) siguen contaminando las mentes de muchos.
Han sido décadas y décadas de apoyo sistemático, de simpatías profundas, de encubrimiento descarado y de asilo "desinteresado" a muchos de los responsables de crímenes contra la humanidad, quienes han logrado sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial y que han podido ingresar a la Argentina desde (incluso) antes de terminar la contienda bélica, sin el más mínimo inconveniente y con más de un beneficio. El apoyo oficial de Argentina y sus gobiernos (fundamentalmente los de las décadas de los años '30 y '40 y muy particularmente los dos primeros gobiernos de Juan Domingo Perón), no han caído en saco roto y si para muestra faltaba un botón entonces habrá que hablar de la quema de los expedientes que documentaban (y dejaban al descubierto) la entrada de los nazis a la Argentina y las responsabilidades que les cabían a las autoridades de entonces.

En marzo de 2008 se informó tímida, escueta y descaradamente a la opinión pública que los expedientes relacionados con el ingreso de nazis a la Argentina desde la década de 1940 se habían incinerado "por falta de espacio" en las dependencias oficiales en las que se encontraban archivados. Para que "el trabajito" fuera completo, también se arrojaron a las llamas (por las dudas) todos los documentos relacionados con otro tipo de "inmigrantes" llegados a la Argentina entre los años 1946 y 1952. 
La tarea de quemar documentos tan importantes como los que demostraban responsabilidades y complicidades oficiales sobre la ayuda a los nazis en la Argentina, recayó sobre la Dirección Nacional de Migraciones de Argentina, una dependencia directa del Ministerio del Interior, por aquel entonces (y en la actualidad) bajo el mando de Florencio Randazzo. 
Algunos pocos expedientes (supuestamente) se han conservado, vaya uno a saber bajo qué criterio de selección, pero la mayoría de los documentos ya son, tan sólo, ceniza en el viento.

Los responsables del área se despacharon muy sueltos de cuerpo por aquel entonces sobre el tema en cuestión agregando además (como si fuera poco) que la documentación sobre los nazis en Argentina que no ha sido quemada, fue (pese a su importancia) "regalada como papel usado"...

En pleno Siglo XXI, en la era de los archivos digitalizados y con la posibilidad de conservar semejante tipo de documentación sin la necesidad de grandes espacios, Argentina optó por "la más fácil" (sobre todo a la hora de encubrir responsables y tirar la tierra debajo de la alfombra)... Criminales (más de 7.000 ingresados) como Erich Priebke (aún vivito y coleando); Ante Pavelic, Gregor Helmut, Adolf Eichmann y hasta el mismísimo Josef Menguele, (por no nombrar a otros "peso pesado" como Martin Bormann y hasta Adolf Hitler) agradecidos a la Argentina por los servicios prestados...