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jueves, 18 de marzo de 2021

El fantasma de los marineros del acorazado nazi Graf Spee en una vieja mueblería abandonada

Una caminata, la aparición de un misterioso informante y la curiosa historia que se esconde en el edificio abandonado de "Barthel Muebles", en el barrio porteño de Coghlan. Un relato signado por la presencia de fantasmas legendarios.

La vieja mueblería abandonada en Coghlan. Foto: Marcelo García.


Mi padre tenía una sana y sagrada costumbre: amaba salir a caminar. Eran largas caminatas desde su querido barrio porteño de Villa Urquiza con rumbo a zonas -a veces- algo lejanas. En cierto modo, se debaja llevar. El ritual duraba horas, desde pasado el mediodía hasta bien entrada la noche, cuando sentía que llegaba el momento que lo forzaba a regresar. Así armó un archivo envidiable, con datos, historias curiosas, alguna que otra leyenda, fotografías y un sin fín de maravillosas ilustraciones que él mismo hacía de los lugares por donde solía pasar.


Una de sus aventuras -que no ran un escape, sino un encuentro con sí mismo- lo llevó hasta el barrio de Coghlan, cuando se encontró frente a una bella propiedad en la calle Freire 3065, casi esquina Iberá. Se trataba de un magnífico complejo de edificaciones que albergó a la firma "Barthel Muebles" y que -milagrosamente- aún se encuentra en pie, pese a que hace muchos años dejó de funcionar. Pasar por allí y no detenerse es sencillamente imposible.


A principios del Siglo XX, la zona era parte de un corredor ubicado al noroeste de la Ciudad de Buenos Aires, que se transformó en uno de los principales polos industriales de aquellos tiempos, con inmejorables oportunidades para hacer negocios. En 1921, Enrique Barthel fundó allí su propia compañía, que empezó fabricando mobiliario de estilo y, luego, se especializó en la restauración de muebles antiguos. 


La entrada a "Barthel Muebles", un lugar lleno de misterios. Foto: Marcelo García.


"Barthel Muebles" fue una de las primeras compañías asentadas en el -por entonces- incipiente barrio de Coghlan; incluso antes de la llegada de la "Nestlé" y la poderosa "Sedalana", una empresa dedicada a la exportación de lanas desde la Patagonia, con fuerte inyección de intereses alemanes, luego nazificada, y perteneciente al poderoso consorcio "Lahusen".


La mueblería creció haciendo trabajos a pedido para otros negocios del ramo, pero sobre todo vendiendo muebles a importantes bancos y embajadas, entre ellas la de la Alemania nazi. Para el año 1940, empelaba a unas setenta personas. 


La mueblería que resiste el paso del tiempo. Foto: Marcelo García.


Mi padre quedó maravillado frente al viejo portón de madera que -celoso- aún franquea la entrada. Por las vueltas del destino (o vaya uno a saber por qué) apareció un hombre entrado en años, casi como él, y -como no podía ser de otro modo, tratándose de mi padre- surgió la conversación. El "aparecido", posiblemente un cuidador, señaló la construcción (de un piso, con bella galería) al fondo del terreno y largó lo más interesante: "Allí es donde se escondían los alemanes". Y el dato, llevó a la pregunta inevitable: "¿Qué alemanes?"


La parte trasera del inmueble, donde vivían "los alemanes". Foto: Marcelo García.


El inesperado "informante" se despachó como si nada, y sin dar vueltas a la atrapante cuestión, le contó sobre un grupo de marineros del Panzerschiff Admiral Graf Spee, el legendario acorazado de bolsillo de la Kriegsmarine (Marina) nazi, autohundido por su capitán Hans Langsdorff tras la épica Batalla del Río de la Plata el 17 de diciembre de 1939, entre las costas de Buenos Aires y Montevideo (Uruguay) tras verse rodeado de los destructores británicos HMS Achilles, HMS Exeter y HMS Ajax.


Los tripulantes del Graf Spee internados en la Argentina en ese momento han sido 1.055 en total, muchos de los cuales fueron llevados a las provincias de Córdoba y Mendoza, y varios a la localidad bonaerense de Sierra de la Ventana, mientras que otros tantos se apoyaron en las redes desplegadas por la Abwehr (la inteligencia del régimen de Adolf Hitler) para volver a Alemania. 


Autohundimiento del "Graf Spee" y ficha de los marineros. Archivo: Marcelo García.


Sin embargo, fueron varios los que se mezclaron con el argentino común y rehicieron sus vidas, entre ellos los alemanes que vivieron y trabajaron en la mueblería de Barthel. El lugar estuvo activo hasta no hace muchos años, y luego quedó mudo y abandonado, aunque nadie se atrevió jamás a demolerlo.


Vieja ilustración de "Barthel Muebles" en sus días de gloria. Archivo: Marcelo García.


Tal vez sean los inquietos fantasmas de esos mismos marineros -devenidos en insospechados operarios de una vieja fábrica de muebles- los que logran, cada día, que ese magnético espacio se resista a desaparecer.


Artículo original de mi autoría:

https://www.diario26.com/297133--el-fantasma-de-los-marineros-del-acorazado-nazi-graf-spee-en-una-vieja-muebleria-abandonada


Instagram: @marcelo.garcia.escritor

Twitter: @mdGarciaOficial

Nota: El artículo no expresa ideología política. Solo investigación histórica.




jueves, 22 de junio de 2017

Heinrich Berthe: de marinero en el Panzerschiff "Graf Spee" a custodio de Adolf Hitler en Argentina


En mayo de 1940 escapó misteriosamente del Arsenal Naval de Buenos Aires. Era tripulante del Panzerschiff Admiral "Graf Spee". Llegó a la Patagonia argentina y, con los años, se estableció en Caleta Olivia. Esta es la historia de quien ha sido uno de los últimos custodios del mismísimo Adolf Hitler en la Argentina. 


Heinrich Bethe (Enrique Berthe o Juan Paulovsky. Planillas prontuariales. (En archivo personal del autor)


Cuando el Panzerschiff Admiral "Graf Spee" yacía inerte en el fondo más profundo del Río de la Plata y los restos mortales del legendario Capitán "Zur See" Hans Langsdorff descansaban por toda la eternidad bajo tierra en el Cementerio Alemán de Buenos Aires, en diciembre de 1939 comenzó la variopinta diáspora de los tripulantes del magnífico acorazado de bolsillo alemán.

Muchos de esos marinos procuraron regresar al servicio activo por la causa de la Alemania nazi y fueron asistidos por una extendida y oculta red que contó con la ayuda dispensada por agentes de la Abwehr, funcionarios diplomáticos de la embajada germana en la capital argentina, espías del SD (Sicherheitsdienst ó Servicio de Seguridad dependiente de las SS), la Gestapo y -por supuesto- secretos colaboradores civiles y militares del ámbito local; algo que posteriormente involucró la necesaria participación de prominentes figuras del Gobierno Nacional.

Muchos otros, en cambio, decidieron quedarse en Buenos Aires, mientras que varios de sus camaradas optaron por comenzar una nueva vida en diferentes localidades del interior del país.
Entre tantos, se destacó el caso de Heinrich Berthe, un técnico electro mecánico del "Graf Spee", asentado por agentes argentinos en la ficha prontuarial como Enrique Berthe (tradujeron su nombre), con foja Nº 65-570.

Con el paso de los años, este marinero llegó a la Patagonia. Estuvo en varios lugares, entre ellos Bariloche, puerto Santa Cruz y -finalmente- Caleta Olivia, sobre las desoladas y gélidas costas de la provincia argentina de Santa Cruz, bañadas por el océano Atlántico Sur; algo que no sólo le daría la protección y seguridad que tanto buscaba, sino también la invalorable cercanía de influyentes contactos estrechamente relacionados a fuertes intereses alemanes largamente establecidos en zonas cercanas como Comodoro Rivadavia -entre otras localidades- en donde firmas como la poderosa Lahusen y Astra, eran poco menos que dueñas de facto del lugar.

No hay datos precisos que acrediten el momento exacto en que se produjo la "transformación", pero -como fuera- Heinrich Berthe (o Enrique Berthe) luego sería conocido por los vecinos como Juan Paulovsky, el "alemán mecánico" de Caleta Olivia.

Su vida transcurrió con cierta calma y relativa normalidad hasta que, dada la previsible derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, alguien le encomendó su más difícil y preciada misión. Una tarea que podría poner su vida en peligro y lo convertía en insospechado protagonista de una historia que involucró dosis iguales de intriga, conspiración y alto riesgo: en adelante, sería, uno de los celosos custodios del mismísimo Adolf Hitler, cuando el Führer llegara a la Argentina.

En torno a Berthe/ Paulovsky, hay algo que no deja de ser sugestivo y verdaderamente curioso.

Todo comenzó hace ya varios años y -de acuerdo a datos conseguidos por Historias Lado B de parte de Jorge Pedro Bordón-, "lo que llamó la atención era el alto valor pagado por dos viejos Volkswagen con doble tracción, de engranaje manual, únicos en el mundo; por lo que se deduce que tenían una caja extra que acoplaba con la transmisión para dar tracción en las cuatro ruedas, posiblemente dando vuelta el motor de un "Schwimmwagen" -el escarabajo anfibio usado por las fuerzas del III Reich en Europa- lo cual permitiría que el engranaje de la hélice se posicionara hacia adelante y llevara la fuerza a las otras ruedas.

Hitler y Himmler observando un SchwimmWagen.


Allí, en Caleta Olivia, nadie lograba explicarse la extraña presencia de esos dos rarísimos Volkswagen que, durante muchos años el "alemám mecánico" conservó arrumbados en un viejo gallinero y que -de buenas a primeras- un día, decidió vender.

Es posible que esos dos viejos Volkswagen de doble tracción, hayan sido llevados por Bethe/Berthe/ Paulovsky hasta Caleta Olivia para hacerlos desaparecer del lugar en donde habían funcionado y cumplido con su cometido: la Estancia "La Clara", ubicada en cercanías de la residencia "Inalco" (en Villa La Angostura), en donde se habría de refugiar momentáneamente Hitler apenas llegado a la Patagonia de Argentina.

En este punto, otra curiosidad: el nombre de la estancia era el mismo que el de la madre del Führer.
Caben, entonces, varias preguntas sobre esos vehículos alemanes aparecidos en el sur argentino: ¿quién los trajo? ¿dónde se re armaron?¿por qué estaban en manos de un personaje ignoto?

Tal vez el exmarinero electro mecánico del "Graf Spee" hubiese podido responder estos interrogantes. Sin embargo, tras ocultar los Volkswagen con los que habría trasladado por la Patagonia a Hitler, Berthe/ Paulovsky falleció en 1977 y se llevó su más valioso secreto a la tumba.


Entrada al cementerio de Caleta Olivia, donde reposan los restos de Heinrich Bethe.


Los restos del marinero del acorazado alemán, devenido en custodio en la Argentina del Führer nazi, descansan en el Cementerio de Caleta Olivia.


Una mención especial y agradecimiento a Jorge Pedro Bordón.


domingo, 20 de diciembre de 2015

El "Titanic del aire" que cayó en Rocha trasladaba "oro nazi"

Compartimos en "Historias Lado B" un muy interesante artículo de "El País" de Uruguay en donde -una vez más- se demuestra que las huellas de la Alemania nazi en Uruguay no se agotan en la batalla del Graf Spee o la boda de Josef Mengele en Nueva Helvecia.

Momentos en que "Lionel de Marmier" se preparaba para partir hacia Montevideo.  (Foto: Archivo)


El siniestro aéreo de la pasada semana (El artículo original hace referencia a Marzo de 2015) en Laguna del Sauce (Uruguay) evocó otro accidente ocurrido hace 70 años en la Laguna de Rocha. Allí, el hidroavión francés "Lionel de Marmier" debió hacer un amerizaje de emergencia, el 31 de octubre de 1945, tras la pérdida de uno de sus seis motores.
El imponente hidroavión, conocido en la época como el "Titanic del aire", trasladaba de incógnito, entre una delegación de diplomáticos aliados, a ex funcionarios nazis y lingotes de oro con destino a los lagos del sur de Argentina, reveló a El País el hijo de uno de los rescatistas, José Aldunate.

El padre de Aldunate administraba una estancia ubicada en las cercanías de la Laguna de Rocha. Luego que acuatizó el hidroavión, ayudó a llevar a tierra a algunos de los 46 pasajeros que iban a bordo. Como hablaba fluidamente francés, enseguida entabló amistad con el comandante del vuelo, André Chatel, según contó su hijo.
Chatel le entregó al administrador de la estancia, como obsequio por su ayuda, un elemento de última tecnología que llevaba el hidroavión, y que Aldunate conservó durante décadas en un cofre-fort. Su padre se lo legó en 1974, diciéndole que era "un secreto de Estado".

El vuelo del hidroavión "Lionel de Marmier" fue un acontecimiento en la época, y su accidente en Rocha motivó crónicas internacionales. A bordo, entre los pasajeros, figuraban diplomáticos, intelectuales y cineastas, entre otros. Uno de ellos era el poeta y diplomático brasileño Vinicius de Moraes (de 32 años entonces). También viajaban el ministro adjunto de Uruguay en Washington, Ramón Píriz Coelho, su esposa boliviana Ballón de Píriz, y el hijo de ambos, Ramiro, de 10 años (el único niño a bordo), quien décadas después, fue embajador en Egipto.
Una crónica del experto aeronáutico Juan Maruri, publicada en la página web de Historia y Arqueología Marítima, reseña que el 23 de octubre de 1945, de noche, el hidroavión despegó de Biscarosse (Francia) e hizo escala en Mauritania. Al día siguiente partió hacia Río de Janeiro, donde arribó sin incidentes el 25 de octubre. En la entonces capital brasileña subieron varios pasajeros. También se unió un grupo de periodistas que iba a filmar el vuelo. La investigación de Maruri documenta que el "Lionel de Marmier" —así llamado en honor de un as de la aviación francesa— era un aparato de 57,93 metros de largo y 43,46 de ancho por 5,66 de altura. Pesaba 75 toneladas y alcanzaba una velocidad de crucero de 320 kilómetros por hora. Después de seis horas de vuelo desde Río, el avión llegó a Rocha. Luego de un fuerte estruendo, un motor cayó al vacío. Una de las tres palas de las hélices se introdujo en el fuselaje. El impacto causó la muerte del periodista brasileño del diario OGlobo, Pedro do Amaral Teixeira, y amputó ambas piernas al cineasta francés Georges Emile Ansel, quién falleció en un hospital de Montevideo.




El comandante Chatel y pasajeros, poco después de arribar. (Foto: Archivo El País)


El "regalo".
Dos semanas más tarde, tras cambiar de lugar un motor y quitar otro para equilibrar las alas, el hidroavión voló hacia Montevideo y luego continuó su ruta hacia Buenos Aires.
Antes de reanudar su viaje tras solucionar la pérdida de uno de motores, Chatel le entregó al padre de José Aldunate un tubo que contenía un chaleco salvavidas de fabricación alemana, con la mejor tecnología de la época.
"El comandante le dijo a mi padre: Le entrego este obsequio con mucho cariño, con mucho peligro. Y cuidado con quién habla sobre lo que contiene el tubo", relató Aldunate.El padre de Aldunate abrió el regalo del comandante francés. Observó que el chaleco salvavidas contenía un tubo de oxígeno insertado en los pliegues, y una boquilla para aspirar oxígeno. En el acople ubicado al lado de la llave de salida del oxígeno, se aprecia claramente, tallado en el hierro, la cruz svástica, según las fotografías brindadas por Aldunate a El País. Otra foto del chaleco muestra al dorso el sello de fábrica: "Schwimmweste (chaleco salvavidas, en alemán). Anferderz FL 30164-2". En la conversación, el comandante francés reveló al padre de Aldunate que el hidroavión trasladaba hacia el sur argentino a varios funcionarios alemanes del recién derrotado Tercer Reich, y un cargamento de oro, aseguró Aldunate. Maruri, ex piloto militar y civil, consultado al respecto por El País, quedó sorprendido por esta historia.
"¡Es imposible lo que me está contando! ¡El hidroavión fue enviado a América por el propio Charles de Gaulle!", héroe de la resistencia en la Segunda Guerra Mundial. Maruri, sin embargo, desconocía la existencia de estos documentos facilitados a El País por Aldunate.
Refugio. Un libro del periodista argentino Abel Basti señala que, después de la finalización de la guerra en 1945, hubo una fuga de jerarcas nazis hacia el sur argentino.
Ayer (Nota: por el 23 de marzo de 2015), el diario Clarín consignó que un equipo de arqueólogos de la Universidad de Buenos Aires (UBA) dijo haber descubierto edificaciones ocultas levantadas para albergar a enviados de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Los investigadores encontraron varios objetos que indican que las construcciones se llevaron a cabo hacia la primera mitad de la década de 1940. Entre los hallazgos más trascendentes se cuentan monedas alemanas de entre 1938 y 1944 y porcelana alemana de aproximadamente esos mismos años. Los arqueólogo de la UBA creen que la jerarquía nazi nunca utilizó estos refugios porque cuando llegó a la Argentina se dio cuenta de que podía vivir en las ciudades, sin esconderse.


Artículo original: 
http://www.elpais.com.uy/informacion/titanic-aire-que-cayo-rocha.html