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martes, 13 de marzo de 2012

Wilfred von Oven: secretario de Joseph Goebbels y vecino de Buenos Aires hasta 2008

Wilfred von Oven a sus 96 años en Buenos Aires (izquierda) y vistiendo su uniforme en los días de la guerra (derecha).

Para todos aquellos que descreen sistemáticamente de la presencia y buena vida de los nazis de la segunda guerra mundial en la Argentina (o simplemente pretenden mirar hacia otro lado), el caso de Wilfred von Oven es un baldazo de agua fría. Este alemán que en sus años mozos era delgado, esbelto y prolijo (en su aspecto), nacido en La Paz, Bolivia, el 4 de mayo de 1912, se adhirió al Partido Nacional Socialista y fue parte de las SA (Camizas Pardas) hasta darse de baja de la "insitución" y pasar a actuar arma en mano en la "Operación Barbarroja", la invasión alemana a Rusia en 1941, como integrante de las divisiones Panzer de la Wehrmacht.

Las vueltas de la vida, quisieron que a Joseph Goebbels se le ocurriera la idea de hacer que algunos integrantes del ejército alemán en las diferentes campañas de conquista se convirtieran en cronistas en el campo de batalla además de ser soldados. Eran las llamadas "tropas de información" y von Oven se destacó más que otros en esa tarea de redactar informes y crónicas directamente desde el lugar de los hechos. A Goebbels (y dicen que también a Hitler) le llamó la atención uno de los informes de von Oven y decidió llamarlo para recompensarlo. Ese "regalo" de Goebbels se materializó con la salida de von Oven del durísimo e inclemente frente ruso y su traslado directo a Berlín para comenzar a cumplir las funciones de auxiliar directo (concretamente: secretario) del siniestro Ministro de Propaganda del Tercer Reich. La relación de von Oven y Goebbels fue de lo más cordial y de mutua admiración, teniendo su último episodio en la capital alemana el 22 de Abril de 1945 cuando Goebbels se despidió de von Oven para ir junto a Hitler al bunker subterráneo de la Cancillería.

Von Oven intentó seguir a Goebbels a la Cancillería pero el ministro nazi le dijo que permaneciera en su oficina "arreglando todos los papeles". Luego el final de la guerra y un poco después, la llegada de Wilfred von Oven a la Argentina amparado por las autoridades de turno y siendo parte de los contingentes de nazis "puestos a salvo" por una impresionante red internacional. Wilfred von Oven fue prisionero de los ingleses hasta 1952, año en el cual se trasladó a Argentina con la primera de sus tres esposas (enviudó tres veces el hombre...) y sus dos hijos. Von Oven inicialmente tuvo la esperada protección, lo que implicaba una identidad falsa en sus documentos y luego, siguió contando con esa misma protección, sólo que a partir de cierto momento con la ayuda de la impunidad: al poco tiempo de llegado a la Argentina volvió a usar su verdadero nombre y nunca nadie, jamás, le tocó un pelo... Con ese mismo nombre, firmaba su trabajo en Argentina como jefe de redacción del periódico alemán "Freie Presse".

Extracto de entrevista a Wilfred von Owen en Bella Vista (Buenos Aires, Argentina, 2008). Impunidad total. Sin palabras...

Esta mano derecha de Goebbels vivió en Argentina, en un chalet ubicado en Bella Vista, Gran Buenos Aires, desde 1952 hasta el 13 de Junio de 2008, momento en el que falleció a los 96 años, solitario, rodeado de hijos, nietos y bisnietos, llevándose a la tumba los recuerdos y secretos de aquellos nefastos y oscuros días de Nacional Socialista en la Alemania del Tercer Reich. Vivió plácidamente en la Argentina, amparado, protegido, avalado y (por muchos, increíblemente) respetado y admirado. No fue el único, eso es lo peor.
 

lunes, 12 de marzo de 2012

La pista inglesa: ¿Churchill mandó matar a Mussolini?

Cuerpos de Mussolini y su esposa (segundo y tercero desde la izq.) y Churchill.

Lo maquiavélico de ciertos actos perpetrados por Winston Churchill, primer ministro británico durante los oscuros días de la segunda guerra mundial, no siempre han ocupado la primera plana de los diarios y mucho menos han sido los que más se han destacado en los relatos que hablan de lo que hizo o lo que dejó de hacer ese hombre que goza de gran reputación en la "historia oficial". Churchill no era un santo, Nadie lo es, por supuesto, pero el caso del mandamás inglés es muy particular dado que ha pasado a la historia como un hombre impoluto y carente de toda hilacha capaz de hacerlo tambalear en la memoria colectiva.
Así como ha quedado demostrada la trampa que Churchill le tendió a Rudolf Hess en 1941 haciéndole creer que efectivamente estaban llevando a cabo tratativas de paz (ésto es algo penado como crimen de guerra), ahora sale a la luz otro hecho que pone de manifiesto lo sistemático del uso de la mentira y el ocultamiento de parte de Churchill en su accionar.

Durante muchos años se ha creído que la muerte del Duce, Benito Mussolini, y su mujer Clara Petacci había sido entera responsabilidad de partisanos italianos furiosos con el rabioso dictador. Los libros de la historia oficial, el Lado A, dicen eso y así quedará registrado para todos los tiempos. Algo de verdad hay en eso, sin embargo hace poco se han dado a conocer las declaraciones de un partisano de entonces, quien además escribió un libro en 1978 llamado "Aquel 28 de Abril" (N. de la R.: fecha de la muerte de Mussolini), quien asegura que ha sido él mismo quien disparó contra el fascista dictador italiano. Bruno Giovanni Lonati (en la segunda foto de la nota), era el comisario político de la 3ª Brigada Partisana "Garibaldi" y afirma sin temor a equivocarse que los hechos no han sido tal como se escribieron en la historia hasta ahora conocida.

Bruno Giovanni Lonati (laprovinciadilecco.it)

La versión de Bruno Giovanni Lonati apunta directamente a seguir la llamada "pista inglesa" y hace concreta referencia a que el cerebro tras la solicitud de asesinato de Mussolini, no ha sido otro más que el propio Winston Churchill. Los motivos no serán difíciles de encontrar: tanto Churchill como Mussolini compartían un sentimiento imposible de ocultar, su profundo odio al comunismo. Dada esta situación entre ambos, se sabe que Churchill mantuvo durante largo tiempo una fluída comunicación con el Duce a través de cartas personales y cuando el final llegó inexorable para el líder italiano, Churchill creyó conveniente no sólo eliminarlo sino también deshacerse de la tan conflictiva correspondencia entre ambos.
Aquel 28 de Abril de 1945, todo se habría dado de "maravillas" para Churchill. Mussolini siempre viajaba con una valija cargada de su correspondencia más secreta y confidencial, también (obviamente) las cartas de Churchill. En aquella jornada se dio la chance de exterminar todo de un plumazo: Mussolini, su mujer y las cartas comprometedoras para el flemático y duro primer ministro inglés. Todo fue destruído.

Bruno Giovanni Lonati, finalmente, tenía algo más para agregar: si bien él efectivamente era un partisano y había disparado contra Mussolini, la orden de ejecución contra el dictador se la dieron directamente agentes del servicio secreto británico.

jueves, 8 de marzo de 2012

Thomas Watson y el Holocausto: Cuando Hitler quiso una lista de los judíos, IBM le mostró cómo hacerla

Adolf Hitler dialoga con amigos. A su izquierda, Thomas Watson, fundador de la IBM.

Thomas Watson empezó a hacer sus primeras armas en el mundo de los negocios como un modesto vendedor ambulante de máquinas de coser y pianos. Sabor a poco para alguien que años después esgrimiría como frase de cabecera que "si uno quiere ser mañana una gran empresa, debe empezar hoy mismo a actuar como si lo fuera". El camino ascendente de Watson en los negocios, comenzó en realidad en 1895, cuando contando con 21 años de edad, se unió a una de las compañías más rapaces de entonces, la NCR (National Cash Register), una empresa fabricante de máquinas registradoras. Durante más de 17 años Watson hizo de todo para convertirse en el vendedor estrella de la compañía, sin dudar a la hora de utilizar los métodos más bajos y viles para eliminar a la competencia, tales como incendios de locales, sobornos, utilización de patotas para intimidar, etc. En 1912 Watson y los suyos fueron acusados formalmente por el gobierno por conspiración criminal para restringir el comercio y establecer un monopolio. El monstruo se estaba gestando.

Años más tarde Watson renunció a su cargo en NCR y se unió a Charles Flint, presidente de la CTR (Compañía Tabuladora Registradora). Flint era otro conspícuo personaje sin escrúpulos que, además de haber sido uno de los primeros norteamericanos en tener un auto, se dedicaba a comerciar armas y buques simultáneamente a países que eran enemigos entre sí, como por ejemplo Japón y Rusia o Chile y Perú entre otros. Junto a Flint, Watson, también aprendió a perfeccionar el sistema de "Trust", por medio del cual a través de combinaciones empresarias y maniobras secretas destruían literalmente a la competencia. Thomas Watson era paternalista y fundamentlmente autoritario, incluso llegando a obligar a sus empleados el modo en que debían vestirse (con trajes negros y camisa blanca) y también ordenando que se componga una canción en su nombre para recibirlo en la empresa. El monstruo seguía creciendo...

A partir de 1924 cambió el nombre de CTR por el de IBM (International Business Machines) y desde entonces ya nada sería igual. Ni para él ni para muchos otros.
Entrada ya la década del '30, Watson comenzó a viajar asiduamente a Alemania, cosa que se hizo de manera regular y sistemática entre 1933 y 1939. La amistad y admiración mutuas entre Watson y los principales jerarcas del Partido Nacional Socilista, Hitler a la cabeza, hizo que entre otras colaboraciones Watson y la IBM llevaran adelante el censo de Alemania en 1933. Los datos arrojados por el censo y el pormenorizado trabajo de IBM le permitieron a Hitler contar con el primer listado completo de todos y cada uno de los judíos de Alemania. IBM siempre había sido presentada por Watson como "una compañía de soluciones". Hitler, por supuesto buscaba esas "soluciones" (finales) y Watson estaba empezando a dárselas.

La máquina Hollertih y Thomas Watson.

La eficiencia de Watson hizo que Hitler lo condecorara a través de Hermann Göering, premiándolo con la Cruz al Mérito del Aguila Germana, la máxima distinción del Tercer Reich para personalidades extranjeras (como Henry Ford, por ejemplo). Pero ese entusiasmo mutuo no se detendría allí, sino que eso sería el comienzo de la puesta en marcha de una infernal y siniestra maquinaria en la que los dos, Thomas Watson y Adolf Hitler eran los principales engranajes. Watson, ni bien empezada la segunda guerra mundial, buscó a través de intermediarios, que las más avanzadas máquinas de tabulación de tarjetas perforadas llegaran al Tercer Reich y de ese modo ofreció nuevamente "soluciones" a Hitler. Desde entonces la filial alemana de IBM, la Deustche Hollerith Maschinen Gesellshaft (Dehomag), diseñó y perfeccionó un complicado sistema de entrecruzamiento de datos, direcciones, cuentas bancarias, orígen etc. de los judíos de Alemania a través de las tarjetas perforadas Hollerith pero adaptadas a sus nuevas necesidades. De este modo es que Hitler comenzó a "automatizar" la persecución de judíos, gitanos, religiosos y otros inadaptados sociales (según su punto de vista), para después poder confiscar sus bienes, deportarlos, utilizarlos como mano de obra esclava o bien confinarlos en los campos de concentración de manera mucho más sencilla y efectiva.

Esas mismas tarjetas perforadas se utilizaban en los campos de concentración. Al ingresar cada prisionero recibía un número de identificación Hollerith. Las tarjetas eran rectangulares, de trece centímetros de largo y 8 de alto, estando divididas en columnas numeradas con perforaciones en cada hilera. Había en total 16 diferentes categorías de tarjetas según la ubicación de las perforaciones, estando asignados números según el tipo de prisioneros. Así, los judíos tenían el número 8. los homosexuales el 3, los gitanos el 12 y los "antisociales" el 9, sólo por nombrar a algunos. Dado ésto, podemos decir que estas tarjetas eran ni más ni menos que códigos de barras para seres humanos.

La tarjeta perforada Hollertih.

Al respecto el escritor Edwin Black, autor del libro "IBM y el Holocausto" ha dicho de manera magistral que: "cuando Alemania quiso una lista de los judíos, IBM le mostró cómo hacerla".

Watson, sin embargo, seguiría mostrando la hilacha. Ni bien ingresados los Estados Unidos a la segunda guerra mundial, devolvió la condecoración entregada por Hitler, intentando comenzar a limpiar su prontuario.
La historia dice además que ningún ejecutivo de la IBM fue llevado por los aliados al banquillo de los acusados en los juicios de Nuremberg.
Watson, tras finalizar la guerra, descubrió no con poca satisfacción que la fábrica de IBM en Alemania no había recibido ni un rasguño ni de parte de los bombardeos alemanes ni del lado de los aliados. Zona protegida.
El magnate empresario norteamericano también encontró una muy buena manera de demostrar su cinismo al finalizar la contienda, ofreciendo sus servicios y "soluciones" a los aliados para participar con IBM en la sistematización de la reconstrucción de las zonas devastadas por la guerra.
El sistema de las tarjetas Hollerith, aunque con las lógicas actualizaciones, ha sido el mismo utilizado en las controvertidas y fraudulentas elecciones presidenciales de los Estados Unidos del año 2000 en las que resultó sugestivamente triunfador (en medio de denuncias de fraude) George W. Bush.

domingo, 5 de febrero de 2012

William Joyce: El traidor del micrófono

En la sección "Esto pasó" de la edición 534 de la revista "Todo es Historia", correspondiente al mes de enero de 2012, Ana Arias ha publicado una muy interesante nota sobre un oscuro personaje del que no muchos tienen conocimiento y que ha sido protagonista de una historia digna de una película. Comparto en este espacio la transcripción del artículo citado.

 William Joyce, conocido como lord Haw Haw, o "el traidor del micrófono".

Ejecutan por nazi a lord Haw Haw.
Hacia 1940 más de 5.000.000 de personas escuchaban diariamente el programa de radio dirigido por Lord Haw Haw y otros 18.000.000 lo oían ocasionalmente. La mayor parte de sus oyentes eran ingleses, pero más tarde también se fueron sumando los soldados de las fuerzas aliadas estadounidenses, canadienses y australianos. El programa, transmitido desde Alemania a partir de septiembre de 1939, comenzaba con la frase Germany Calling (Alemania llamando) y funcionó como arma de guerra que intentaba desmoralizar a los británicos, desmotivar a las fuerzas aliadas e impulsarlos a aceptar las condiciones de paz exigidas por el nazismo, al tiempo que auguraba el futuro derrumbe del Reino Unido. Empleando las técnicas de propaganda, se daba información falsa mezclada con la verdadera: hundimiento de barcos, bombardeo de poblaciones, aviones derribados, número de víctimas.
El hombre que dirigía la programación y que hablaba con un tono metálico y burlón, era William Joyce, apodado lord Haw Haw y conocido como el traidor del micrófono. El apodo había sido empleado para nombrar a distintos locutores de los programas de propaganda de las radios alemanas, pero finalmente se aplicó exclusivamente a Joyce y se cree que tenía relación con su acento, fuertemente nasal, probablemente a causa de haber sufrido la rotura de la nariz durante una pelea en la escuela.
¿Quién era Joyce? Hijo de un comerciante inglés protestante y de madre irlandesa católica que habían emigrado a los Estados Unidos, nació en 1906. A los quince años viajó a Inglaterra y continuó sus estudios logrando altas calificaciones en historia y literatura. En su época de estudiante comenzó a relacionarse con grupos fascistas y antisemitas británicos y llegó a ofrecer sus servicios al gobierno para luchar contra los irlandeses y hasta contra los Estados Unidos. En 1932 ingresó en la Unión Británica Fascista donde se destacó como orador, haciendo gala de un discurso fuertemente provocador, mordaz e insultante y terminó fundando su propia liga, financiada por Hitler. En 1939 viajó a Alemania, obtuvo la nacionalidad y rápidamente comenzó a trabajar como locutor en el programa de radio más importante que se dirigía a los ingleses, en su propia lengua. Aunque la audición era ilegal, sus millones de oyentes lo seguían porque, en medio del conflicto la información brindada por el gobierno inglés estaba muy restringida y se esperaba obtener otros datos, aunque vinieran del enemigo.
Lord Haw Haw logró crear la leyenda de que conocía por completo todos los movimientos militares y políticos. El 30 de abril de 1945 realizó la última transmisión desde Hamburgo, mientras se producía la caída de Berlín, advirtiendo sobre el peligro soviético y lanzando un Heil Hitler de despedida. Mientras intentaba huír fue detenido, según se dice, identificado por su propia voz, reconocida por un empleado ferroviario. Fue juzgado por alta traición y ejecutado el 3 de enero de 1946, aunque en el juicio se produjo una controversia acerca de su verdadera nacionalidad.

William Joyce en plena actividad de difusión del nazismo y tras ser detenido por las tropas británicas.



Artículo escrito por Ana Arias, extraído de la edición 534 de la Revista "Todo es Historia" correspondiente al mes de enero de 2012.
Visitá: http://www.todoeshistoria.com.ar/

martes, 31 de enero de 2012

Veneno en el suero del general George Patton

General George Patton.

Para la historia, el General George Patton, ha quedado registrado como uno de los más bravos y arrojados miltares norteamericanos. Nadie duda a esta altura de las circunstancias de la valentía y el coraje de ese militar que tuvo a su cargo importantes misiones durante uno de los conflictos bélicos más dramáticos de la humanidad. Patton era bravo, un hueso duro de roer, pero esa bravura también lo enfrentó incluso con los mismos altos mandos norteamericanos. Patton era indoblegable, dogmático, ininmutable a la hora de dar el brazo a torcer o aceptar directivas de sus superiores que él consideraba verdaderas barbaridades.
Tras haber sido "confinado" a manejar diferentes divisiones del ejército norteamericano entre 1941 y 1945, a Patton no tenían como sacárselo de encima, tras sus constantes enfrentamientos con superiores y arengas consideradas "inadecuadas" (por la superioridad) a sus tropas.

Patton era un grano molesto para el sistema establecido entre la superioridad militar (y política) norteamericana y el motivo era muy sencillo: él creía firmemente que muchos superiores y muchos políticos de Estados Unidos eran muy parecidos en muchos aspectos a los nazis. Y se encargaba de hacércelos saber... a cada instante.
Así, llegó el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa y Patton creyó que tras sus actos de valentía durante la contienda, debería ser merecedor de un alto cargo, bien activo, en el conflicto que aún continuaba en la zona del Océano Pacífico contra los japoneses. El mando del III cuerpo del Ejército norteamericano que ostentaba desde Julio del '44 ya no era para él. A partir de la caída de Berlín, Patton recibió como "premio" estar destinado al comando del XV Ejército (una unidad meramente administrativa y no operativa en el campo de batalla) y ser nombrado Gobernador de Baviera. Sabor a poco para un militar con sed de sangre y al que le gustaba arengar a sus subordinados infundiéndoles el miedo y el terror ante él. Sabor a nada, en realidad.

Mientras tanto, un hecho marcaría el destino final de Patton como pocos: Patton nunca comprendió el motivo por el cual al caer Berlín ante los aliados, los Estados Unidos (e Inglaterra) "no saldrían en la foto" de la toma final de la capital del Tercer Reich. En medio de trasgreciones, insubordinaciones constantes y planteos incómodos a sus superiores, Patton sostenía un par de cosas: en primer lugar que los comunistas (aparentes aliados en la guerra) eran el gran enemigo real, en ese momento y en el futuro. Y en segundo lugar, sospechaba (no sin fundamentos y algunas pruebas) que los norteamericanos (fundamentalmente encabezados no sólo por su presidente, sino también por el General Dwight Eisenhower) habían orquestado un plan en las sombras tendiente a "salvar" a muchos jerarcas nazis y brindarles protección eterna a cambio de parte de los tesoros del Reich, materia gris de exportación (científicos y "especialistas" nazis llegados luego a los Estados Unidos) y secretos bélicos de gran magnitud (¿la bomba atómica?). Además de quedarse (los norteamericanos) con un suculento pedazo de los tesoros nazis como pago... Todo eso sabía Patton. Y todo eso sabían los norteamericanos que Patton sabía.
Para colmo, seguía preguntándose ¿por qué dejaron entrar a los rusos a Berlín y no lo hicimos nosotros? (es que en Berlín no estaba Hitler...y de ese modo los "responsables" de "dejarlo escapar" eran los rusos...así quedaría plasmado en la historia). Patton también descubrió ese plan.

Accidente automovilístico de Patton.

Algo había que hacer con Patton. Y algo se hizo en Diciembre de 1945. Patton circulaba plácidamente con su auto (un Cadillac Model 75 de 1938) por caminos alemanes cuando repentinamente tras una curva se encontró con un camión (¿del ejército norteamericano?) atravesado en la ruta. El accidente fue inevitable y terrible, pero algo "salió mal": Patton no murió en el accidente y tras poder bajar de su auto gravemente herido, recibió lo que intentaba ser "un tiro de gracia" de parte de un francotirador pertrechado en las cercanías. El tiro dio cerca del cuello e, increíblemente, Patton tampoco murió. Tras ser trasladado a un hospital, curiosamente, la custodia que tenía en la puerta de su habitación dejó el puesto, liberando la zona, cosa que fue aprovechada por alguien que inyectó un veneno mortal en el suero. Patton había pasado a mejor vida y la causa de su deceso se estableció bajo la carátula de "muerte natural por accidente". Fue un 21 de Diciembre de 1945.
Luego, las exequias con todos los honores, como corresponde, en el cementerio militar estadounidense de Hamm en Luxemburgo. La bandera con las barras y las estrellas cubrió su ataúd hasta el final. Estados Unidos enterraba al general que no había entrado en su juego.